Benedicto XVI, se reunió con los fieles y peregrinos presentes en Castelgandolfo para rezar a mediodía el Ángelus, en este domingo posterior a la solemnidad de la Asunción de la Virgen María.
Desde el patio interior de la Residencia Apostólica, el Santo Padre en su breve alocución previa a la plegaria mariana reflexionó sobre la fiesta litúrgica de ayer y el Evangelio de hoy, que es tomado de san Juan.
“Celebramos ayer la gran fiesta de María Asunta al Cielo y hoy leemos en el Evangelio estas palabras de Jesús: ‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo’. No podemos permanecer indiferentes ante esta correspondencia, que gira en torno al símbolo del ‘cielo’: María ha sido ‘elevada’ al lugar del que su Hijo había ‘bajado’ “.
“Naturalmente este lenguaje, que es bíblico -prosiguió diciendo el Pontífice – expresa en términos figurativos algo que no entra completamente en el mundo de nuestros conceptos e imágenes”. Y pidiendo a los presentes reflexionar, el Papa dijo que “Jesús se presenta como el ‘pan vivo’, es decir, el alimento que contiene la vida misma de Dios y está en grado de darla a quien come de Él, el verdadero alimento que da vida, que nutre profundamente. Y citó las palabras del Evangelio de hoy donde Jesús dice: ‘si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo’ “.
Prosiguiendo su discurso, el Papa repreguntó: “Ahora bien, ¿de quién ha tomado el Hijo de Dios su carne, su humanidad concreta y terrenal? La ha tomado de la Virgen María. Dios ha tomado de Ella el cuerpo humano para entrar en nuestra condición mortal. A su vez, al final de la existencia terrena, el cuerpo de la Virgen ha sido ‘llevado al cielo’ por parte de Dios y lo ha hecho entrar en la condición celeste. Es una especie de intercambio en el que Dios siempre toma la iniciativa plena, pero en cierto sentido, como hemos visto en otras ocasiones, en un cierto sentido, tiene necesidad también de María, del sí de la criatura, de su carne, de su existencia concreta, para preparar la materia de su sacrificio: el cuerpo y la sangre para ofrecerla en la Cruz como instrumento de vida eterna y, en el sacramento de la Eucaristía, como alimento y bebida espirituales”.
Continuando su reflexión previa al Ángelus, Benedicto XVI dijo que esto que había sucedido a María, vale también, de otro modo, para cada hombre y mujer, porque Dios pide a cada uno de nosotros que lo acojamos, que pongamos a disposición nuestro corazón y nuestro cuerpo, nuestra entera existencia, nuestra carne -como dice la Biblia-, para que Él pueda habitar en el mundo.
“Nos llama a unirnos a Él en el sacramento de la Eucaristía -destacó el Papa- pan partido para la vida del mundo para formar juntos la Iglesia, su Cuerpo histórico. Y si nosotros decimos ‘sí’, como María, en la misma medida de este nuestro ‘sí’ ocurre también para nosotros y en nosotros este misterioso intercambio: quedamos asumidos en la dignidad de Aquel que ha asumido nuestra humanidad”.
El Papa, siguiendo su reflexión que sintetizó la solemnidad de ayer y el evangelio de hoy, dijo que la Eucaristía es el medio, el instrumento de este recíproco transformarse, que tiene siempre a Dios como fin y como actor principal: Él es la Cabeza y nosotros los miembros; Él es la vid, y nosotros los sarmientos, quien come de este Pan y vive en comunión con Jesús, dejándose transformar por Él y en Él, queda salvado de la muerte eterna: ciertamente muere como todos, participando también en el misterio de la pasión y de la Cruz de Cristo, pero ya no es esclavo de la muerte y resucitará el último día para gozar de la fiesta eterna con María y todos los Santos.
“Este misterio, esta fiesta de Dios comienza aquí abajo -dice el Papa- es misterio de fe, de esperanza y de amor, que se celebra en la liturgia, especialmente eucarística, y se expresa en la comunión fraterna y en el servicio al prójimo. Recemos a la Virgen Santa, para que nos ayude a alimentarnos siempre con fe del Pan de vida eterna para experimentar ya en la tierra la alegría de Cielo”.
Al finalizar la oración mariana del Ángelus, el Santo Padre saludó en varias lenguas. Éstas fueron sus palabras en español