Publicamos el mensaje que envía Monseñor Juan Ignacio González a los sacerdotes, diáconos, seminaristas y fieles de la Diócesis, con motivo del trágico accidente que costó la vida de la familia de un seminarista del Seminario Mayor San Pedro Apóstol.
Queridos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosas, laicos y miembros de nuestras comunidades.
Ya pasadas unas horas desde que vivimos los trágicos acontecimientos que costaron la vida al papá, la hermana, la abuela y el pololo de la hermana de nuestro seminaristas Francisco Cáceres, además del joven que conducía el otro vehículo, les mando estas palabras de agradecimiento y, dentro de los que cabe, de expresión de mi alegría interior. Son momento muy duros y difíciles de sobrellevar los que está pasando la familia Cáceres Tobar, en especial la Sra. Jimena y sus dos hijos, uno de ellos nuestro seminarista, y su hermana. Nuestro apoyo a ellos ha sido la cercanía y la oración y debemos seguir haciéndolo, porque estos dolores se hacen más profundos cuando la ausencia se hace presente.
Pero no quiero dejar pasar esta ocasión para agradecer una vez más al Señor la realidad eclesial y sacerdotal que Él ha ido construyendo en San Bernardo. Nuestra inmediata reacción ante la tragedia, especialmente de los sacerdotes del Seminario mayor y menor, encabezados por su Rector y del Director del Seminario menor, la disponibilidad de los seminaristas, la disposición inmediata de los medios materiales y espirituales para ir en ayuda de los que sufren, la comunicación constante de todos con Francisco y su familia, especialmente los formadores y directores espirituales y luego la presencia masiva – encabezada por todos los Vicarios – de nuestra diócesis en los funerales en Peralillo y particularmente en Pichilemu, tanto en la Santa Misa exequial como en el cementerio, amén de muchas otras manifestaciones que sería largo enumerar, nos muestran la comunión afectiva y efectiva entre nosotros y nos manifiestan el don de una unidad firme y compacta en las cosas esenciales, de la cual yo, como Pastor diocesano y padre de esta comunidad eclesial, doy especialmente gracias al Señor.
Queridos hermanos y hermanas, cuidemos así los unos de los otros, “solícitos en conservar la unidad del espíritu en el vínculo de la paz” (Ef, 3,3), vivamos para el Señor y los demás y Nuestro Señor continuará bendiciendo nuestro trabajo apostólico y multiplicando los frutos de santidad y gracia en medio de nuestro pueblo cristiano. Que María, Madre de la Iglesia, nos haga siempre caminar tras la huellas de su Hijo.
Con mi bendición
+ Juan Ignacio, Obispo de San Bernardo
San Bernardo, 16 de septiembre de 2009