academia

Diplomáticos Santa Sede: al servicio del Papa y de la comunión eclesial

academiaEl Santo Padre recibió  a los superiores y alumnos de la Pontificia Academia Eclesiástica, cuyo presidente es el arzobispo Beniamino Stella.

Hablando de la diplomacia pontificia, el Papa explicó que “tiene una gran tradición y su actividad ha contribuido en gran medida a plasmar, en los tiempos modernos, la fisionomía misma de las relaciones diplomáticas entre los Estados”.

“Las virtudes fundamentales de cualquier enviado -dijo- son la lealtad, la coherencia y la profunda humanidad. Está llamado a poner no sólo su trabajo y sus cualidades, sino, de alguna manera, toda la persona al servicio de una palabra que no es suya”.

Hablando de la persona y de la acción del diplomático de la Santa Sede, Benedicto XVI destacó que “en primer lugar es un sacerdote, un obispo. (…) Es un servidor de la Palabra de Dios, que como sacerdote ha recibido una misión que no se puede realizar a tiempo parcial, sino que debe ser, con toda su vida, un eco del mensaje que se le ha confiado, el mensaje del Evangelio. Precisamente sobre la base de esta identidad sacerdotal, bien clara y vivida profundamente, se incluye, con naturalidad, la tarea específica de ser el portador de la palabra del Papa, del horizonte universal de su ministerio y de su caridad pastoral, ante las Iglesias particulares y las instituciones en las que se ejerce legítimamente la soberanía en el ámbito estatal o de las organizaciones internacionales”.

El Papa señaló que “en el ejercicio de un ministerio tan delicado, el cuidado de la propia vida espiritual, la práctica de las virtudes humanas y la formación de una sólida cultura se compenetran y sostienen mutuamente. Son dimensiones que permiten mantener un equilibrio interior profundo, en un trabajo que requiere, entre otras cosas, capacidad de apertura a los demás, ecuanimidad de juicio, distancia crítica de las opiniones personales, sacrificio, paciencia, constancia, y, a veces también firmeza en el diálogo con todos”.

“Por otro lado -terminó-, el servicio a la persona del Sucesor de Pedro (…) permite vivir en constante y profunda referencia a la catolicidad de la Iglesia. Donde existe apertura a la objetividad de la catolicidad, también existe el principio de la auténtica personalización: la vida dedicada al servicio del Papa y de la comunión eclesial, es en este sentido, muy enriquecedora”.