Benedicto XVI visitó la cárcel romana de Rebibbia, donde fue acogido por la ministra de Justicia del gobierno italiano, Paola Severino, y por el jefe de Departamento de la Administración Penitenciaria, Franco Ionta, además de los capellanes del penitenciario, Pier Sandro Spriano y Roberto Guarnieri.
El encuentro del Papa con los detenidos tuvo lugar en la iglesia de Rebibbia, dedicada al Padre Nuestro. Ofrecemos a continuación un resumen del discurso pronunciado por el Santo Padre.
“‘Estaba en la cárcel, y vinisteis a verme’. Estas son las palabras del Juicio Final, según el evangelista Mateo; estas palabras del Señor en las que se identifica con los detenidos expresan plenamente el sentido de esta visita. Donde hay un hambriento, un extranjero, un enfermo, un encarcelado, allí está Cristo mismo, que espera nuestra visita y nuestra ayuda (…) La Iglesia siempre ha enumerado, entre las obras de misericordia corporal, la visita a los encarcelados. Y ésta, para ser completa, requiere una plena capacidad de acogida del detenido, ‘haciéndole espacio en el propio tiempo, en la propia casa, en las propias amistades, en las propias leyes, en las propias ciudades’ (…) El mismo unigénito Hijo de Dios, el Señor Jesús, estuvo en la cárcel, fue sometido a un juicio ante un tribunal y sufrió la feroz condena de la pena capital”.
“Con ocasión de mi reciente viaje apostólico a Benín, en noviembre pasado, firmé una Exhortación apostólica postsinodal en que recalcaba la atención de la Iglesia por la justicia en los Estados: ‘Hay una necesidad urgente de establecer sistemas independientes judiciales y penitenciarios, con el fin de restaurar la justicia y rehabilitar a los culpables. Se han de desterrar también los casos de errores judiciales y los malos tratos a los reclusos, así como las numerosas ocasiones en que no se aplica la ley, lo que comporta una violación de los derechos humanos, y también los encarcelamientos que, sólo muy tarde, o nunca, terminan en un proceso. La Iglesia (…) reconoce su misión profética respecto a todos los afectados por la delincuencia, así como la necesidad que tienen de reconciliación, justicia y paz’. Los reclusos son seres humanos que merecen, no obstante su crimen, ser tratados con respeto y dignidad. Necesitan nuestra atención”
Justicia inseparable de la misericordia
“La justicia humana y la divina son muy diversas. Ciertamente, los hombres no son capaces de aplicar la justicia divina, pero al menos tienen que intentar (…) recoger el espíritu profundo que la anima, para que también ilumine la justicia humana, para evitar -como lamentablemente sucede no pocas veces- que el detenido se convierta en un excluido. En efecto, Dios (…) proclama la justicia con fuerza, pero al mismo tiempo, cura las heridas con el bálsamo de la misericordia”.
“Justicia y misericordia, justicia y caridad, puntos cardinales de la doctrina social de la Iglesia, son dos realidades diferentes sólo para nosotros, los seres humanos, que distinguimos atentamente un acto justo de un acto de amor (…) Pero para Dios no es así: en Él justicia y caridad coinciden; no hay una acción justa que no sea también un acto de misericordia y de perdón y, al mismo tiempo, no hay ninguna acción misericordiosa que no sea perfectamente justa”.
“El sistema de detención se articula en dos puntos firmes: por un lado tutelar a la sociedad de eventuales amenazas y, por otro, reintegrar a quien se ha equivocado sin pisotear su dignidad ni excluirlo de la vida social. Estos dos aspectos son relevantes y se proponen evitar ese ‘abismo’ entre la realidad carcelaria real y la pensada por la ley, que prevé como elemento fundamental la función reeducadora de la pena y el respeto de los derechos y de la dignidad de las personas”.
El hacinamiento y el degrado hacen más amarga la prisión
“Sé que el hacinamiento y el degrado de las cárceles pueden hacer aún más amarga la prisión (…) Es importante que las instituciones analicen atentamente la situación carcelaria, verifiquen las estructuras, los medios y el personal, de modo que los detenidos nunca carguen con una ‘doble pena’; y es importante promover un sistema carcelario, que, respetando la justicia, sea cada vez más adecuado a las exigencias de la persona, con el recurso también a penas que no incluyan la prisión o a modalidades diversas de detención”.
“Hoy es el cuarto domingo del tiempo de Adviento. ¡Que la Navidad del Señor, ya cercana, vuelva a encender con esperanza y amor vuestro corazón! El nacimiento del Señor Jesús, que recordaremos dentro de pocos días, nos recuerda su misión de llevar la salvación a todos los hombres, sin exclusión de nadie (…) Pidámosle (…) que seamos todos liberados de la prisión del pecado, de la soberbia y del orgullo: Todos necesitamos salir de esta cárcel interior para estar verdaderamente libres del mal, de las angustias y de la muerte”.
“Quisiera terminar diciéndoos que la Iglesia sostiene y anima cualquier esfuerzo tendente a garantizar a todos una vida digna. Estad seguros de que yo estoy cerca de cada uno de vosotros (…) ¡Que el Señor os bendiga a todos y también a vuestro futuro!”.
Benedicto XVI: He venido a Rebibbia porque se que en vosotros me espera el Señor
Al final del discurso que dirigió a los detenidos de la cárcel de Rebibbia, el Papa respondió a seis preguntas de los reclusos. Reproducimos una síntesis de las mismas:
1.- Pregunto a Su Santidad si este gesto se entenderá en toda su sencillez también por parte de nuestros políticos y gobernantes para que se restituya a todos los últimos, incluidos nosotros, los detenidos, la dignidad y la esperanza que hay que reconocer a todos los seres.
R.- “He venido sobre todo para mostraros mi cercanía personal e íntima en la comunión con Cristo que os ama. Pero, ciertamente, esta visita que para vosotros es personal, es también un gesto público que recuerda a nuestros ciudadanos, a nuestro gobierno el hecho de que hay grandes problemas y dificultades en las cárceles italianas. Y, efectivamente el objetivo de estas cárceles es el de ayudar a la justicia y la justicia implica como primer dato la dignidad humana (…) Por cuanto yo pueda, quiero señalar siempre que es importante que las cárceles respondan a su objetivo de renovar la dignidad humana y mejorar su condición y no de comprometerla. Esperemos que el gobierno tenga la posibilidad de responder a esta vocación”.
2.- Más que una pregunta, prefiero pedirte que nos dejes agarrarnos a ti con nuestros sufrimientos y los de nuestros familiares, como a un cable eléctrico que comunica con nuestro Señor. Te quiero mucho.
R.- “Yo también te quiero mucho. La identificación del Señor con los encarcelados nos interpela profundamente. Y yo también tengo que preguntarme: “¿He cumplido el imperativo del Señor? He venido aquí porque sé que en vosotros me espera el Señor, que necesitáis que se os reconozca humanamente y que necesitáis la presencia del Señor que en el Juicio Final nos pedirá cuentas de ello; por eso espero que estos centros cumplan cada vez más con el objetivo de ayudar a los detenidos a reencontrarse , a reconciliarse con los demás, con Dios, para incorporarse de nuevo a la sociedad y ayudar al progreso de la humanidad”.
3.- ¿Le parece justo que ahora que soy un hombre nuevo (…) y padre de una niña de pocos meses no me den la posibilidad de volver a casa, a pesar de haber pagado ampliamente mi deuda con la sociedad?
R.-“Ante todo, felicidades. Me alegra que se considere un hombre nuevo (…) Usted sabe que para la doctrina de la Iglesia la familia es fundamental y es importante que un padre tenga en brazos a su hija. Por eso rezo y espero que lo antes posible pueda tenerla realmente en brazos y estar con su mujer para construir una hermosa familia y contribuir al futuro de Italia”.
4.- ¿Que pueden pedir los detenidos enfermos y seropositivos al Papa? Se habla muy poco de nosotros, y a menudo de una forma tan feroz, que parece que nos quieren eliminar de la sociedad. Hacen que nos sintamos infrahumanos.
R.- “Tenemos que soportar que algunos hablen mal de nosotros. También hablan mal del Papa y, sin embargo, seguimos adelante. Creo que es importante alentar a todos para que piensen bien, para que entiendan como sufrís, para que comprendan que tienen que ayudaros a levantaros. Yo haré todo lo posible para invitar a pensar de forma justa – no con desprecio, sino con humanidad- que todos podemos caer, pero Dios quiere que todos lleguemos a Èl; y que debemos cooperar, con espíritu de fraternidad y reconociendo nuestra fragilidad, en este proceso para que los que han caído se levanten y prosigan su vida con dignidad”.
5.-Santidad, me han enseñado que el Señor ve y lee dentro de nosotros, me pregunto ¿por qué la absolución se delega a los sacerdotes? Si yo la pidiera, sólo, de rodillas, dirigiéndome al Señor ¿me absolvería?
R.- “Hay que decir dos cosas. La primera: naturalmente, si usted se arrodilla y con verdadero amor de Dios, le pide perdón, Dios le perdonará (…) Pero hay otro elemento: el pecado no es solo algo personal, individual, entre Dios y yo; el pecado tiene siempre una dimensión horizontal (…) Por eso esta dimensión social, horizontal, del pecado exige que se absuelva también en el ámbito de la comunidad humana, de la comunidad de la Iglesia (…) exige el Sacramento. (…) La absolución del sacerdote, la absolución sacramental, es necesaria para absolverme de este lazo con el mal y reintegrarme en la voluntad de Dios, dándome la certeza de que me perdona y me recibe en la comunidad de sus hijos”.
6.- Santo Padre, el mes pasado estuvo en visita pastoral en África, en el pequeño país de Benin, una de las naciones más pobres del mundo. Allí ponen su esperanza y su fe en Dios y mueren en medio de la pobreza y la violencia. ¿Por qué Dios no los escucha? ¿Quizás escucha sólo a los ricos y poderosos que en cambio no tienen fe?
R.-“La medida de Dios y sus criterios son diversos de los nuestros. Dios da a estas personas la alegría de su presencia, hace que sientan que está cerca de ellos incluso en el sufrimiento y la dificultad y, naturalmente, nos llama para que hagamos cuanto esté en nuestras manos para que salgan de las tinieblas de las enfermedades y de la pobreza. (…) Tenemos que rezar a Dios para que haya justicia, para que todos puedan vivir en la alegría de ser sus hijos”.
Terminadas las preguntas un detenido leyó una plegaria que había compuesto, titulada “Oración tras los barrotes”, en la que pedía a Dios que “acortase las noches insomnes” y le recordase que “solo el amor da vida mientras el odio destruye y transforma en un infierno las largas e interminables jornadas”. Después el Papa rezó junto a los presos el Padre Nuestro. Al salir de la iglesia bendijo un ciprés plantado en el patio en recuerdo de su visita”.
Fuente: VIS