Al concluir el Sínodo sobre la Nueva Evangelización, como en otras reuniones eclesiales, se ha escuchado la voz de muchos obispos, sacerdotes y laicos expertos sobre los nuevos caminos que habrá de seguir la Iglesia para continuar el anuncio del Evangelio en una época distinta y diversa, marcada por un alejamiento de Dios de muchas personas, especialmente en los países de vieja raigambre cristiana. También entre nosotros este proceso existe y afecta a muchas personas de nuestras comunidades. Los asistentes al Sínodo han hecho al Papa una serie de proposiciones, que en unos meses conoceremos, mediante un documento oficial. Fijemos, sin embargo, una idea que ha salidos tanto en las palabras del Santo Padre al iniciar la reunión, como a lo largo de ella y luego en la homilía final. Al inicio, el Santo Padre expreso: “Quisiera ahora reflexionar brevemente sobre la «nueva evangelización», relacionándola con la evangelización ordinaria y con la misión ad gentes. La Iglesia existe para evangelizar. Fieles al mandato del Señor Jesucristo, sus discípulos fueron por el mundo entero para anunciar la Buena Noticia, fundando por todas partes las comunidades cristianas. (…) También en nuestro tiempo el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia un nuevo impulso para anunciar la Buena Noticia, un dinamismo espiritual y pastoral que ha encontrado su expresión más universal y su impulso más autorizado en el Concilio Ecuménico Vaticano II. Este renovado dinamismo de evangelización produce un influjo beneficioso sobre las dos «ramas» especificas que se desarrollan a partir de ella, es decir, por una parte, la missio ad gentes, esto es el anuncio del Evangelio a aquellos que aun no conocen a Jesucristo y su mensaje de salvación; y, por otra parte, la nueva evangelización, orientada principalmente a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia, y viven sin tener en cuenta la praxis cristiana. La Asamblea sinodal que hoy se abre esta dedicada a esta nueva evangelización, para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social”.
En la homilía de la Misa de clausura ha expresado: “La nueva evangelización concierne toda la vida de la Iglesia. Ella se refiere, en primer lugar, a la pastoral ordinaria que debe estar más animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna. Deseo subrayar tres líneas pastorales que han surgido del Sínodo. La primera corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada la preparación al bautismo, a la confirmación y a la Eucaristía. También se ha reiterado la importancia de la penitencia, sacramento de la misericordia de Dios. La llamada del Señor a la santidad, dirigida a todos los cristianos, pasa a través de este itinerario sacramental. (…) En segundo lugar, la nueva evangelización está esencialmente conectada con la misión ad gentes. La Iglesia tiene la tarea de evangelizar, de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo.(…) Un tercer aspecto tiene que ver con las personas bautizadas pero que no viven las exigencias del bautismo. (…) La Iglesia les dedica una atención particular, para que encuentren nuevamente a Jesucristo, vuelvan a descubrir el gozo de la fe y regresen a las prácticas religiosas en la comunidad de los fieles”.
Se perfilan así caminos que serán muy concretos para nosotros. Todo el Pueblo de Dios, guiado por sus pastores, ha de ponerse en camino para reconquistar para Cristo a muchos hermanos y hermanas nuestras que siendo católicos se han alejado. Parientes, amigos, colegas, vecinos, compañeros de estudio o trabajo, que están día a día con nosotros y que en otro tiempo vivieron la fe de la Iglesia, han de volver a ella movidos por la gracia de Dios, a través de nuestra oración y nuestro ejemplo. Una tarea apostólica de siempre, pero hoy más urgente. Pidamos luces a Dios y su Madre para cumplirla, haciéndonos cooperadores de la Verdad de Jesucristo.
(Editorial Revista Iglesia en San Bernardo, noviembre 2012)