Tenemos Papa, fueron las clásicas palabras que dieron a conocer al mundo y a la Iglesia la elección de Francisco. El mundo se asombró porque la acción de Dios provoca siempre cierto sobresalto. Un Papa llegado de América e hijo de San Ignacio de Loyola, que antes había guiado la gran ciudad de Buenos Aires. Un pastor que tiene como idioma nativo el castellano y como origen familiar Italia. Con palabras del mismo Papa a los seis mil periodistas que estaban en Roma, digamos que “sólo colocándose en esta perspectiva – la espiritual – se puede dar razón plenamente de todo cuanto la Iglesia católica obra. Cristo es el Pastor de la iglesia, pero su presencia en la historia pasa a través de la libertad de los hombres: Entre ellos, uno ha sido escogido para servir como su Vicario, sucesor del apóstol Pedro, ¡pero Cristo es el centro! El referente fundamental, el corazón de la Iglesia. Cristo es el centro; no, el sucesor de Pedro. Sin Cristo, ni Pedro ni la Iglesia existirían ni tendrían razón de ser. Como ha repetido muchas veces Benedicto XVI Cristo está presente y guía su Iglesia. En todo lo que ha sucedido, el protagonista es, en último análisis, el Espíritu Santo. Él ha inspirado la decisión de Benedicto XVI para el bien de la Iglesia; Él ha dirigido a los cardenales en la oración y en la elección. Es importante, queridos amigos, tener en cuenta este horizonte interpretativo, esta hermenéutica para analizar a fondo los acontecimientos de estos días”.
Todos intentamos seguir con fidelidad las enseñanzas de la Iglesia, pero el mismo Señor ha querido que a la Cabeza de ella esté Pedro y sus sucesores. Francisco es sucesor del primer Papa, de aquel que caminó con Jesús, el hijo de Dios, por las arenas del Mar de Galilea y recibió las llaves para atar y desatar, que lo amó hasta la muerte y que también hubo de pedir perdón por la traición. Así es la única Iglesia que fundó Jesús. Nosotros desde esta Iglesia particular que camina en San Bernardo, expresamos nuestra plena, completa y decidida adhesión al Papa Francisco y desde ya nos disponemos a escuchar sus enseñanzas, sus orientaciones y su ejemplo de Pastor de todas las Iglesias.
Lo que hemos vivido en estos días es la expresión del amor de Dios a los hombres y por ello elevamos al cielo nuestra acción de gracias y pedimos al Señor – como él mismo nos los dijo – que lo bendiga y le dé sabiduría, coraje y prudencia sobrenatural para guiar la barca de Pedro en tiempos difíciles.
Y muy luego Francisco nos habló. Nos dijo que era necesario caminar siempre en la presencia de Dios, edificar la Iglesia sobre el único fundamento que es Cristo y confesar al mundo que Él es el Salvador, pidiéndonos que rezáramos, porque el que no lo hace a Dios lo hace al demonio. Nos quiso advertir de la mundanización de nuestra vida en un mundo que se aleja de Dios y que seguir a Cristo implica encontrar y llevar la cruz. “El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz. Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor”. Palabras para hacernos meditar a todos.
Nuestro Dios siempre nos desconcierta. Nos saca de nuestros esquemas humanos, algunas veces muy arraigados, y nos pide la humildad del abrirse a cambiar. Será un Papa distinto a los otros, porque cada uno de nosotros es distinto, pero seguirá el camino de Pedro, de Juan Pablo y de Benedicto. Y nosotros debemos tener la gratitud de recordar a los que le antecedieron en el camino. Especialmente al que hoy silenciosamente ora por la Iglesia – que esa es el arma esencial del cristiano – desde su delicado retiro. Benedicto, con la sabiduría de los años y de su amor a Dios, con sus palabras directas y sencillas, se ganó el corazón de muchos, porque reflejaba en su vida a Jesús. El fue el que abrió el camino a lo que hoy sucede y él tuvo el coraje de la humildad para declarar públicamente que ya no tenía fuerzas para cumplir lo que Dios le pedía. Pero Benedicto dejó el camino ya andado. El Papa Francisco seguirá – con sus estilos y maneras ese camino y si nosotros lo seguimos, llegaremos a buen puerto, al único puerto hacia el cual vale la pensar navegar – aun en medio de la más furiosa tormenta – en la vieja Barca de Pedro, la Vida Eterna. Que Dios nuestro Señor Bendiga al Papa Benedicto y al Papa Francisco, que con su austeridad, humildad y sinceridad de vida, provocará grandes cambios en la Iglesia y en el mundo.
+Juan Ignacio, Obispo de San Bernardo
Editorial Revista Iglesia en San Bernardo
Marzo 2013