En la solemnidad del Corpus Christi el Santo Padre presidió ayer tarde las cinco en la basílica de San Pedro la adoración eucarística, en el marco del Año de la Fe, a la que estaban invitadas a unirse espiritualmente todas las diócesis del mundo.
Se ha tratado de un acontecimiento histórico ya que por primera vez en la historia de la Iglesia las catedrales de todo el mundo se han sincronizado con la hora de Roma y durante 60 minutos han estado en comunión con el Papa en adoración eucarística, bajo el lema “Un solo Señor, una sola fe”. Pero no solamente las catedrales se han sintonizado con la hora de la diócesis del Papa; también lo han hecho las parroquias, las congregaciones religiosas, sobre todo los monasterios de clausura y diversas asociaciones
El coro de la Capilla Sixtina ha acompañado el camino del Papa Francisco a lo largo de la nave central de San Pedro donde se ha rezado por las intenciones del Santo Padre: “Por la Iglesia, extendida en todo el mundo y recogida hoy en señal de unidad en la adoración de la Santísima Eucaristía. Que el Señor la haga cada vez más obediente a la escucha de su Palabra para presentarse ante el mundo siempre “más hermosa, sin mancha, ni arruga, sino santa e inmaculada”. Que a través de su fiel anuncio, la Palabra que salva resuene aún como portadora de misericordia y haga que el amor se redoble para dar un sentido pleno al dolor y al sufrimiento, devolviendo alegría y serenidad”.
“Por aquellos que en los diversos lugares del mundo viven el sufrimiento de nuevas esclavitudes y son víctimas de la guerra, de la trata de personas, del narcotráfico y del trabajo “esclavo”; por los niños y las mujeres que padecen todas las formas de la violencia. ¡Que su grito silencioso de ayuda encuentre a la Iglesia vigilante para que, teniendo la mirada puesta en Cristo crucificado no se olvide de tantos hermanos y hermanas dejados a merced de la violencia! Por todos aquellos que, además, se encuentran en la precariedad económica, sobre todo los desempleados, los ancianos, los inmigrantes, los que carecen de hogar, los presos y cuantos experimentan la marginación. ¡Que la oración de la Iglesia y su cercanía activa les de consuelo y ayuda en la esperanza y fuerza y audacia en la defensa de la dignidad de la persona!”