La entrega y el perdón recíproco sin el cual ningún amor puede ser duradero fueron el tema de la catequesis del Papa Francisco en la audiencia general de este miércoles.
Antes de abordar en profundidad ese argumento, el Santo Padre recordó que la asamblea del Sínodo de los Obispos, finalizada recientemente había reflexionado profundamente sobre la vocación y la misión de la familia en la vida de la Iglesia y la sociedad contemporánea. ‘Es un acontecimiento de gracia -dijo- Al final los padres sinodales me entregaron el texto de sus conclusiones. Quiero que se publique para que todos sean partícipes de la tarea a la que nos hemos dedicado durante dos años. Ahora no es el momento de examinar esas conclusiones, sobre las que yo también tengo que reflexionar”.
”Mientras tanto, sin embargo -afirmó- la vida no se detiene, en particular, la vida familiar no se detiene. Vosotros queridas familias, estáis siempre en camino. Y continuamente escribís ya en las páginas de la vida real la belleza del Evangelio de la familia. En un mundo que a veces se vuelve árido de vida y de amor, todos los días habláis del gran don del matrimonio y la familia”.
Después el Ponífice introdujo el tema central de la catequesis citando las palabras del Padre Nuestro :”Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. ”No se puede vivir sin perdonarse -explicó- , o por lo menos no se puede vivir bien, sobre todo en la familia. Todos los días nos hacemos daño de una u otra manera. Hay que tener en cuenta estos errores, debidos a nuestra fragilidad y nuestro egoísmo. Pero lo que se nos pide es curar las inmediatamente las heridas que nos causamos, entretejer de nuevo los hilos rotos. Si esperamos demasiado tiempo, todo se vuelve más difícil. Y hay un secreto simple para sanar las heridas: No dejar que el día termine sin pedirse perdón …Si aprendemos a pedir disculpas inmediatamente y a perdonarnos, las heridas se curan, el matrimonio se fortalece, y la familia se convierte en una casa cada vez más sólida, que resiste a las sacudidas de nuestras pequeñas y grandes maldades”.
”Si aprendemos a vivir así en la familia -reiteró- lo haremos también fuera, donde quiera que estemos. Es fácil ser escéptico acerca de esto. Incluso muchos cristianos creen que es una exageración… Pero gracias a Dios no lo es. Efectivamente, recibiendo el perdón de Dios, somos capaces a la vez, de perdonar a los demás…. Y es esencial que, en una sociedad a veces despiadada, haya lugares, como la familia, donde aprender a perdonarnos unos a otros”.
”El Sínodo ha reavivado nuestras esperanzas en esta materia: La capacidad de perdonar y perdonarse forma parte de la vocación y la misión de la familia… La Iglesia, queridas familias -exclamó Francisco- , está siempre a vuestro lado para ayudaros a construir la casa sobre la roca de la que habla Jesús. Y os aseguro, familias, que si sois capaces de caminar cada vez con más determinación por el camino de las bienaventuranzas, aprendiendo y enseñando a perdonaros recíprocamente, en la gran familia de la Iglesia crecerá la capacidad de dar testimonio de la fuerza renovadora del perdón de Dios”.
”De no ser así -advirtió al final de la catequesis- pronunciaremos sermones que pueden ser muy hermosos e incluso arrojaremos algún que otro diablo, pero al final del Señor no nos reconocerá como discípulos suyos porque no hemos sido capaces de perdonar y de hacernos perdonar. De verdad, las familias pueden hacer mucho por la sociedad contemporánea y por la Iglesia… Recemos para que las familias sean cada vez más capaces de vivir y construir caminos concretos de reconciliación donde ninguno se sienta abandonado bajo el peso de sus ofensas”.
Al final, el Papa repitió con los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro la frase del Padre nuestro: ”Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Fuente: VIS