El Santo Padre preside a esta hora la Misa por el progreso de los pueblos en el aeródromo Maquehue, en Temuco.
A las 8:00 horas de este miércoles 17 de enero, el Papa inició su tercer día en Chile abordando el avión que lo condujo a la ciudad de Temuco, en el marco del 22° Viaje Apostólico internacional en que recorre ciudades de Chile y Perú.
Después de haber saludado a 20 miembros de la Comisión organizadora de su Visita a Chile, el Papa abordó un avión modelo Airbus A321 de LATAM con capacidad para 220 pasajeros, aunque solo trasladó a 130 en esta ocasión. Además de Francisco, le acompañaron miembros de la comitiva papal, autoridades de la Iglesia Católica, personal de protocolo del Gobierno, equipos de seguridad de Chile y el Vaticano, soporte técnico y personal de apoyo de Latam.
Por fuera, el avión lleva el escudo del Papa y el hashtag #ElVueloDeFrancisco escrito a un costado de su fuselaje. En su interior cada asiento tiene cabezales y almohadas estampadas con su escudo, entre otras cosas.
A su llegada al aeropuerto “La Araucanía” de Temuco, el Santo Padre fue acogido por Mons. Héctor Vargas Bastidas, S.D.B., obispo de Temuco; Mons. Francisco Javier Stegmeier Schmidlin, obispo de Villarrica; el Intendente de la Araucanía y los alcaldes de Temuco, Padre de las Casas y Freire. Se hicieron presentes un coro y un grupo de niños.
Luego se trasladó en automóvil hasta el aeródromo de Maquehue. A su llegada, después de haber saludado al Comandante de la Base Aérea y después de un recorrido en papamóvil entre los fieles, el Papa se dispone a presidir la celebración eucarística por el progreso de los pueblos que se realizará en la explanada del aeródromo Maquehue (en mapudungún, lugar de maquis), de la capital de la Región de la Araucanía.
Durante el rito penitencial, comunidades mapuche con sus vestimentas, instrumentos y hierbas propios de su cultura efectuaron una rogativa. También se hicieron presentes con una plegaria en mapudungún en la oración de los fieles.
Homilía del Santo Padre
En su homilía, el Papa comenzó saludando en mapudungún: «Mari, Mari» (Buenos días) «Küme tünngün ta niemün» (La paz esté con ustedes) (Lc 24,36).
Citando el quinto elogio de Gabriela Mistral, dio gracias a Dios por permitirle visitar esta linda parte de nuestro continente, la Araucanía: “Tierra bendecida por el Creador con la fertilidad de inmensos campos verdes, con bosques cuajados de imponentes araucarias, sus majestuosos volcanes nevados, sus lagos y ríos llenos de vida. Este paisaje nos eleva a Dios y es fácil ver su mano en cada criatura”.
Un especial saludo hizo a los miembros del pueblo Mapuche, así como también a los demás pueblos originarios que viven en estas tierras australes: rapanui (Isla de Pascua), aymara, quechua y atacameños, y tantos otros.
“Esta tierra, si la miramos con ojos de turistas, nos dejará extasiados, pero luego seguiremos nuestro rumbo sin más; pero si nos acercamos a su suelo, lo escucharemos cantar: «Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar»”, con los conocidos versos de Violeta Parra.
Una mención especial hizo el Pontífice a las graves violaciones de derechos humanos ocurridas en el aeródromo de Maqueue: “Esta celebración la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron, y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias”. Un momento de silencio coronó este signo.
Comentando el Evangelio proclamado en la eucaristía, en que Jesús ruega al Padre para que «todos sean uno» (Jn 17,21), el Pontífice subrayó que la unidad clamada por Jesús es un don que hay que pedir con insistencia por el bien de nuestra tierra y de sus hijos.
La unidad no es sinónimo de uniformidad
Deteniéndose en las posibles tentaciones contra la unidad, aclaró que “la unidad no nace ni nacerá de neutralizar o silenciar las diferencias. La unidad no es un simulacro ni de integración forzada ni de marginación armonizada. La riqueza de una tierra nace precisamente de que cada parte se anime a compartir su sabiduría con los demás. No es ni será una uniformidad asfixiante que nace normalmente del predominio y la fuerza del más fuerte, ni tampoco una separación que no reconozca la bondad de los demás. La unidad pedida y ofrecida por Jesús reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra. La unidad es una diversidad reconciliada porque no tolera que en su nombre se legitimen las injusticias personales o comunitarias. Necesitamos de la riqueza que cada pueblo tenga para aportar, y dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores o inferiores”.
Agregó que la unidad que nuestros pueblos necesitan reclama que nos escuchemos, pero principalmente que nos reconozcamos. “Esto nos introduce en el camino de la solidaridad como forma de tejer la unidad, como forma de construir la historia; esa solidaridad que nos lleva a decir: nos necesitamos desde nuestras diferencias para que esta tierra siga siendo bella. Es la única arma que tenemos contra la «deforestación» de la esperanza. Por eso pedimos: Señor, haznos artesanos de unidad”.
Dos formas de violencia
Explicó el Papa que existen dos formas de violencia que más que impulsar los procesos de unidad y reconciliación terminan amenazándolos. “En primer lugar, debemos estar atentos a la elaboración de «bellos» acuerdos que nunca llegan a concretarse. Bonitas palabras, planes acabados, sí —y necesarios—, pero que al no volverse concretos terminan «borrando con el codo, lo escrito con la mano». Esto también es violencia, porque frustra la esperanza”.
En segundo lugar -agregó- “es imprescindible defender que una cultura del reconocimiento mutuo no puede construirse en base a la violencia y destrucción que termina cobrándose vidas humanas. No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división. La violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y separación. La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa. Por eso decimos «no a la violencia que destruye», en ninguna de sus dos formas”.
Finalmente, invitó a buscar el camino de la no violencia activa como un estilo de política para la paz. “Busquemos, y no nos cansemos de buscar el diálogo para la unidad. Por eso decimos con fuerza: Señor, haznos artesanos de unidad”.
Mons. Héctor Vargas y la deuda histórica del Estado con el pueblo mapuche
En su saludo antes de la bendición final, el obispo de Temuco, Mons. Héctor Vargas, agradeció la visita del Papa a la Araucanía. “Lo acoge con cariño una tierra rica en pluriculturalidad, de naturaleza pródiga en belleza, recursos y oportunidades, de mujeres y hombres esforzados y emprendedores, de mayoría religiosamente creyente, de muchas posibilidades para creer y luchar, por un futuro de desarrollo humano más digno, integral y sustentable para todos”.
Al mismo tiempo, expresó su preocupación por el desempleo en la zona, de persistencia de la pobreza e inequidad, de desintegración familiar, y de serias tensiones políticas, sociales y étnicas. “Esto último dice relación con la situación actual del Pueblo Mapuche y la deuda histórica que el Estado mantiene con él”. También se refirió a las víctimas de la violencia rural. “Animados por la fe, nos asiste la convicción que solo mediante el diálogo y la irrenunciable búsqueda de acuerdos, es posible iniciar un camino sin retorno hacia la paz por la justicia, tanto para este noble pueblo, como para el resto de la sociedad local en sus legítimas demandas y anhelos. Gracias a Dios, son muchos quienes desean colaborar”.
Fuente: Prensa CECh – Comunicaciones #FranciscoenChile