El Santo Padre ha concluido hoy el ciclo de sus catequesis dedicado al “Padre Nuestro”. Podemos decir, dijo, que la oración cristiana nace de la audacia de llamar a Dios con el nombre de “Padre”. No se trata de una fórmula, sino de una intimidad filial en la que somos introducidos por gracia: Jesús es el revelador del Padre y nos da familiaridad con Él.
Esta oración, dijo el Papa, no es una fórmula para repetir mecánicamente. Porque, añadió, al igual que con cualquier oración vocal, es a través de la Palabra de Dios que el Espíritu Santo enseña a los hijos de Dios a orar a su Padre. Jesús mismo usó diferentes expresiones para orar al Padre. Si leemos los Evangelios cuidadosamente, descubrimos que estas expresiones de oración que emergen en los labios de Jesús recuerdan el texto del “Padre Nuestro”.
En la noche de Getsemaní
El Papa citó algunos momentos en los que Jesús oró al Padre, en primer lugar, la noche de Getsemaní, allí, dijo el Santo Padre, Jesús ora de esta manera: “Abba, Padre, tú lo puedes todo, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Y en el texto del Evangelio de Marcos, se pregunta el Pontífice: ¿Cómo podemos dejar de reconocer en esta oración, aunque sea breve, un rastro del “Padre Nuestro”? “En medio de la oscuridad, Jesús invoca a Dios con el nombre de “Abbà”, con confianza filial y, mientras siente temor y angustia, pide que se cumpla su voluntad”.
Jesús a sus discípulos pide que cultiven espíritu de oración
“En otros pasajes del Evangelio, Jesús insiste con sus discípulos para que puedan cultivar un espíritu de oración”. Pero la oración debe ser insistente, y sobre todo, afirmó Francisco, debe traer la memoria de los hermanos, especialmente cuando vivimos relaciones difíciles con ellos. Jesús dice: “Cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, y vuestro Padre del cielo os perdonará vuestras culpas”. ¿Cómo podemos dejar de reconocer la similitud con el “Padre Nuestro” en estas expresiones? Y los ejemplos podrían ser numerosos.
También se encuentran en los escritos de San Pablo una presencia del Padre, en una “estupenda” síntesis, dijo el Papa, donde la invocación del cristiano se condensa en una sola palabra: “Abbà”.
En el Evangelio de Lucas Jesús enseña la oración del Padre
“En el Evangelio de Lucas, Jesús satisface plenamente la petición de los discípulos que, al verlo a menudo aislado y sumergiéndose en la oración, un día deciden preguntarle: “Señor, enséñanos a orar, como Juan, el Bautista, enseñó a sus discípulos”. Y entonces el Maestro les enseñó la oración al Padre”.
Francisco dijo que “considerando el Nuevo Testamento como un todo, está claro que el primer protagonista de toda oración cristiana es el Espíritu Santo, que sopla en el corazón del discípulo. El Espíritu nos hace capaces de orar como hijos de Dios, lo que realmente somos para el Bautismo”. Porque como dijo el Santo Padre, el Espíritu nos hace orar en el “surco” que Jesús cavó para nosotros. Este es el misterio de la oración cristiana: por gracia nos atrae ese diálogo de amor de la Santísima Trinidad.
“Jesús oró así. A veces usaba expresiones que ciertamente están muy lejos del texto del “Padre Nuestro”. Pensemos en las palabras iniciales del Salmo 22, que Jesús pronuncia en la cruz: ” Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?. ¿Puede el Padre celestial abandonar a su Hijo? No, desde luego”. Y sin embargo, dijo el Papa, el amor por nosotros, los pecadores, llevó a Jesús a este punto: al punto de experimentar el abandono de Dios, su lejanía. Pero incluso en el grito de angustia, el “Dios mío, Dios mío” permanece. En ese “mío” está el núcleo de la relación con el Padre, está el núcleo de la fe y la oración.
“¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla!”
Por eso, a partir de este núcleo, un cristiano puede orar en cualquier situación. Él puede asumir todas las oraciones de la Biblia, especialmente de los Salmos; pero también puede orar con tantas expresiones que en milenios de historia han brotado del corazón de los hombres. Y al Padre nunca dejamos de hablar de nuestros hermanos y hermanas en la humanidad, porque ninguno de ellos, especialmente los pobres, permanece sin un consuelo y una porción de amor.
Saludos a los fieles de habla hispana
En sus saludos a los fieles de habla hispana, el Papa saludó a los peregrinos venidos de España y Latinoamérica, como también a los peregrinos de la diócesis de Ebibeyin, Guinea Ecuatorial, acompañados por su Obispo.
“A todos los animo a que pidan al Señor la gracia de ser hombres y mujeres de oración, y a que recuerden ante el Padre a todos nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los más necesitados y abandonados, para que a ninguno falte consolación y amor. Que Dios los bendiga”.