El mes de octubre será recordado como uno de los más importantes del año 2020. La ciudadanía tomará decisiones que serán decisivas para el futuro del país. Nuestra Diócesis, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia en materias que están dejadas por su propia naturaleza a la libertad de cada uno, ha puesto a disposición de todos una Carta Pastoral del Obispo y un conjunto de 14 fichas pedagógicas, que permiten a quien lo desee formarse una opinión para decidir con una conciencia bien formada.
Pese a estos empeños, respetuosos de la libertad de cada uno, es notorio una gran distancia de muchas personas del proceso que vivimos, sea porque de por si se trata de un tema difícil, porque quizá no se comprende la trascendencia del mismo, por la pandemia que ha cubierto con un manto de temor los desplazamientos, o porque – es importante decirlo – hay un cansancio por las pequeñeces que han demostrado muchos políticos en los últimos años, con sus escaramuzas y conflictos que no llegan al ciudadano medio, preocupado de otros temas, en especial, la pandemia y sus consecuencias.
Y es verdad que hay algo de irreal en todo esto. En medio de momentos especiales, dificultades y zozobras, – como nunca ha sufrido el país y el mundo – nos disponemos a tomar decisiones trascendentales con efecto en los próximos 50 año del país. San Ignacio de Loyola enseñó que cuando se está en desolación espiritual no se deben tomar grandes decisiones, sino mantenerse en los propósitos y el camino que tenías antes del momento difícil. Algo parecido se podría pensar que es aplicable a los momentos actuales. Pero quienes nos rigen han decidido de manera diversa y es necesario respetar esa determinación.
A menos que haya razones graves (enfermedad, lejanía excesiva, cuidado de personas solas, etc.) es obligación moral concurrir a votar, porque es la manera en que cada uno de nosotros hace un aporte esencial a la construcción de nuestra nación. En especial nuestros adultos mayores deben hacer un aporte muy esencial con su opinión en estos comicios, porque la sabiduría y la experiencia de los caminos recorridos, mesuran las impaciencias de las nuevas generaciones, que no saben mirar el pasado porque no lo conocen o lo desprecian.
Y estando allí, a punto de votar, solo ante Dios, la patria y la propia conciencia, no caben frivolidades, pequeñeces, ideologismos, cabe solo pensar acerca de si de la decisión que cada uno adopte se seguirán bienes mayores. De eso responderemos ante Dios. Porque los procesos cívicos y políticos una vez que se desencadenan van adelante y toman su propio dinamismo, que bien encauzado provocan grandes beneficios, pero, si el rio se sale de madre, trae consigo sufrimientos para todos, especialmente para las generaciones futuras y para los más pobres y desamparados.
¿Qué quiero para Chile, podría preguntarse cada uno de nosotros? Nuestra respuesta tiene partes comunes y partes diversas. Todos queremos que se preserven los valores esenciales de la moral cristiana y en especial de las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia, que en esencia es que Dios ocupe un lugar en la vida no solo de cada uno, sino de toda la nación. ¿Pero cómo saberlo ante las decisiones que cada uno debe tomar? San Agustín te responde: “Retorna a tu conciencia, interrógala retornad, hermanos, al interior, en todo lo que hagáis mirad al Testigo, Dios”. Si te has informado bien y has formado tu conciencia no errarás en tu decisión, sea cual sea luego el resultado. Fíjate bien en las ideas que circulan, en que piensan los que están en la política en los temas esenciales como la vida, la familia, la educación, el rol del Estado, etc. pues esas ideas son las que luego se introducirán en la nueva ley fundamental. Pon esas ideas ante las enseñanzas del Evangelio, de los Mandamientos y de la Doctrina Social de la Iglesia y así tu juicio de conciencia estará muy bien formado y acertarás.
Y no olvides una enseñanza muy vital del Papa Benedicto. Hay cosas con las que uno no negocia. Y en el ámbito de la organización social y política estas son según sus palabras; “La protección de la vida en todas sus fases, desde el primer momento de su concepción hasta su muerte natural; “El reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como una unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio, y su defensa ante los intentos de hacer que sea jurídicamente equivalente a formas radicalmente diferentes de unión que en realidad la dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter y papel social insustituible; y “la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos”. Debes preguntarte entonces, si estos elementos, que ahora están recogidos en la constitución que nos rige continuarán presentes en el caso que se redacte una nueva ley fundamental y así tendrás pistas para saber cómo decidir.
Pidamos a Dios y a nuestra Madre del Carmen, especialmente con el rezo del Santo Rosario, que todos estos procesos se vivan en paz y concordia y sean para el bien de Chile y de sus hijos, especialmente los más pobres y desamparados.
+Juan Ignacio