Tres caminos de acción pastoral lleva recorriendo nuestra diócesis en los meses recientes y para el trienio 2023 – 2025. Ellos son: volver al culto a Dios con la Misa Dominical, la oración comunitaria y personal y las obras de caridad.
Todos sabemos que el culto de Dios se expresa de modo muy particular en la celebración de la Eucaristía. La Santa Misa es el acontecimiento más importante que cada día sucede en la humanidad. Los sacramentos, la oración de todos los fieles, las devociones, los sacrificios ofrecidos a Dios, el apostolado, etc., tienen como centro la celebración de la Eucaristía. Si desapareciera el centro – si se abandonara conscientemente la asistencia a la Santa Misa – perdería sentido toda la vida cristiana. Celebrar o asistir a ella es lo más grato a Dios que podemos ofrecer los hombres y una obligación propia de nuestra realidad cristiana. La celebración de la Misa y la Adoración al Señor Eucaristía será – una vez más – nuestro propósito principal, al cual se supeditan muchas cosas – quizá importantes- pero que no pueden nunca posponer lo esencial. De aquí surge, entonces, un nuevo esfuerzo por atraer a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a la Santa Eucaristía.
“Conviene orar con perseverancia y no desfallecer”, enseña el Señor (Lc 18, 1). “Cristo nos enseñó también la forma de orar, él mismo nos inculcó y enseñó las cosas que hemos de pedir. Quien nos dio la vida nos enseñó también a orar con aquella misma benignidad con que se dignó dar y conferir los demás dones, para que al hablar al Padre con la misma oración que el Hijo nos enseñó, más fácilmente seamos escuchados” (San Cipriano). Por la oración constante el hombre se hace piadoso, es decir, aprende a tratar a Dios con afecto y cariño y luego es capaz de amar al prójimo. Para fomentar la piedad del pueblo de Dios, se está preparando un breve manual que estará a disposición de todos nuestros fieles, para que sea más fácil y atractivo orar. Este pequeño libro será la compañía habitual de cada fiel, al que pueda recurrir en todo momento, elevando a Dios sus oraciones en las diversas circunstancias de la vida.
“Un precepto nuevo os doy: que se amen los unos a los otros; como yo os he amado, así también ámense mutuamente. En esto reconocerán todos que son mis discípulos: si tienen caridad unos para con otros” (Jn 13, 34-35). La caridad será la señal por la que reconocerán al cristiano, y es siempre consecuencia de nuestro trato con el Señor que se manifiesta inmediatamente en el trato con los demás. Con la parábola del buen samaritano (cfr. Lc 10, 30-37), el Señor ha querido enseñarnos que, si es auténtico el amor que tenemos a Dios, también amaremos a quienes nos vamos encontrando en el camino de la vida, especialmente los más pobres, los abandonados, los que están solos.
Caminemos apoyados en estos tres pilares, que hacen que nuestra vida sea coherente.
+Juan Ignacio