El mes de octubre está dedicado a una de las devociones más antiguas en la vida de la Iglesia: el Santo Rosario. La Madre de Dios, en una aparición a Santo Domingo le enseñó a rezar el rosario, en el año 1208. Le dijo que propagara esta devoción y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la Fe. Domingo era un santo sacerdote español que fue al sur de Francia para convertir a los que se habían apartado de la Iglesia por la herejía albigense. Durante años los Papas enviaron sacerdotes celosos de la fe, que trataron de convertirlos, pero sin mucho éxito. Domingo trabajó por medio de su predicación, sus oraciones y sacrificios y logró convertir a unos pocos. Pero, muy a menudo, por temor a ser ridiculizados y ser maltratados, los convertidos se daban por vencidos. Domingo dio inicio a una orden religiosa para las mujeres jóvenes convertidas. Su convento se encontraba junto a una capilla dedicada a la Santísima Virgen. Fue allí donde Domingo le suplicó a Nuestra Señora que lo ayudara, pues sentía que no estaba logrando casi nada. La Virgen se le apareció en ese lugar y en su mano sostenía un rosario y le enseñó a Domingo a recitarlo. Dijo que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias. Domingo salió de allí lleno de celo, con el rosario en la mano y lo enseñó a muchas personas con gran éxito porque muchos albigenses volvieron a la fe católica. Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció a Alano de la Rupe y le dijo que reviviera dicha devoción y reiteró las promesas dadas a Domingo para quienes lo rezaran, asegurando su auxilio en cualquier necesidad, y la protección a quienes lo recen especialmente frente a las tentaciones del demonio y de los vicios. Quien se hiciera devoto del Rosario vería germinar las virtudes y tendrían la misericordia divina. También le prometió que el alma que lo rece no perecería. “Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos, todos los que rezan mi Rosario tendrán en la vida y en la muerte la luz y la plenitud de la gracia y serán partícipes de los méritos de los bienaventurados y los libraré bien pronto del Purgatorio”.
Cuando en el siglo XV Europa estaba en grave peligro de perecer por la invasión del Islam, que se proponía hacer desaparecer el cristianismo, el Papa San Pio V (1566-1572) hizo recurrir al rezo del Santo Rosario. El 7 de octubre de 1571 se encontraron las dos flotas, la cristiana y la musulmana, en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto. La flota cristiana entró en batalla contra un enemigo muy superior en número y buques de guerra. Se jugaba el destino de la Europa cristiana. Antes del ataque, las tropas cristianas rezaron el Santo Rosario con mucha devoción. Al final, los cristianos resultaron victoriosos. Mientras la batalla transcurría, en Roma, el Papa recitaba el Rosario en su capilla. En eso, el Papa salió de ella y, por inspiración, anunció a todos los presentes y con gran calma que la Santísima Virgen le había concedido la victoria a los cristianos, como de hecho sucedió. Entonces se agregó a las letanías de la Virgen el título de “Auxilio de los Cristianos”. El rosario en familia es algo maravilloso. Es un modo práctico de fortalecer la unidad de la vida familiar. Es una oración al alcance de todos. Todos los Papas del siglo XX han sido hijos devotísimos del Santo Rosario. La misma Santísima Virgen, en sus apariciones mas recientes, Lourdes y Fátima, llevaba un rosario en su mano y pidió que se continuara rezando, pidiendo por la salvación del mundo. “El Rosario es la oración que acompaña siempre mi vida; también es la oración de los sencillos y de los santos…es la oración de mi corazón” (Papa Francisco).
También nosotros tenemos muchas razones para rezar el Santo Rosario. Apréndelo y rézalo en tu casa en familia o sólo en los trayectos por el campo o la ciudad y para pedir cualquier favor de Dios, por intercesión de sus Madre.
+Juan Ignacio