1. ¿QUÉ ES EL AÑO JUBILAR?

En esta sección descubriremos los fundamentos y el significado del año jubilar o año santo.

 

 

La expresión y sentido del “año jubilar” hace referencia a un tiempo especial o particular, y tiene sus fundamentos en la Sagrada Escritura.

 

1.1    En el Antiguo Testamento

 

 

“Jubileo” parece que deriva del instrumento utilizado para indicar el comienzo de ese año especial; se trata del yobel, el cuerno de carnero, cuyo sonido anuncia el Día de la Expiación (Yom Kippur). Esta fiesta judía se celebra cada año, pero adquiere un significado particular cuando coincide con el inicio del año jubilar.

Este “año jubilar” debía ser convocado cada 50 años, porque era el año ‘extra’, debía vivirse cada “siete semanas de años” (cfr. Lv 25,8‑13). Era la ocasión para restablecer la correcta relación con Dios, con las personas y con la creación, y conllevaba la condonación de las deudas, la restitución de terrenos enajenados, el descanso de la tierra (no sembrarla y no recoger sus frutos) y la liberación de los esclavos.

 

1.2    En el Evangelio de Jesucristo

 

 

Citando al profeta Isaías, el evangelio según san Lucas describe de este mismo modo la misión de Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí; porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18‑19; cfr. Is 61,1‑2). Esta es la otra raíz -además de la antiguotestamentaria- del jubileo cristiano.

En palabras de Jesús, el horizonte del año santo se convierte en el paradigma de la vida del cristiano, que se ensancha y abarca todos aquellos sufrimientos que son el programa de la misión de Cristo y de la Iglesia. El “año de gracia del Señor”, es decir, de su salvación, incluye cuatro gestos fundamentales.

1°) El primero es “evangelizar a los pobres”: el verbo griego es justamente en la base de la palabra evangelio, la “buena nueva”, la “buena nueva” del Reino de Dios. Los destinatarios son los “pobres”, es decir, los últimos de la tierra, aquellos que no tienen la fuerza del poder político y económico, pero cuyos corazones están abiertos a la adhesión a la fe. El jubileo pretende volver a poner en el centro de la Iglesia a los humildes, a los pobres, a los miserables, a los que externa e internamente dependen de las manos de Dios y de sus hermanos.

2°) La libertad es el segundo acto jubilar, un acto que ya estaba en el jubileo de Israel. Sin embargo, Jesús se refiere también a los prisioneros en un sentido estricto y metafórico, y aquí se anticipan las palabras que repetirá en la escena del juicio al final del relato: “Estuve preso y vinisteis a verme”(Mt 25,36).

3°) El tercer compromiso es devolver “la vista a los ciegos”, un gesto que Jesús realizó a menudo durante su existencia terrena: pensemos sólo en el famoso episodio del ciego de nacimiento (Juan, 9). Éste era, según el Antiguo Testamento y la tradición judía, el signo de la llegada del Mesías. De hecho, en la oscuridad en la que está envuelto el ciego, no sólo está la expresión de un gran sufrimiento, sino también un símbolo. Hay, en efecto, una ceguera interior que no coincide con la física y es la incapacidad de ver en profundidad, con los ojos del corazón y del alma. Una ceguera difícil de erradicar, quizá más que la ceguera física, que atenaza a tantas personas en cuyas almas hay que inyectar un rayo de luz.

4°) Finalmente, como cuarto y último compromiso, se propone la liberación de la opresión, que no es sólo la esclavitud mencionada anteriormente a propósito del jubileo judío, sino que incluye todo el sufrimiento y el mal que oprimen el cuerpo y el espíritu. Es lo que atestiguará todo el ministerio público de Cristo. La meta ideal del auténtico jubileo cristiano es, pues, esta tetralogía espiritual, moral y existencial.

 

1.3 En la historia de la Iglesia

 

 

El Papa Bonifacio VIII, en 1300, convocó el primer Jubileo, llamado también “Año Santo”, porque es un tiempo en el que se experimenta que la santidad de Dios nos transforma. Con el tiempo, la frecuencia ha ido cambiando: al principio era cada 100 años; en 1343 se redujo a 50 años por Clemente VI y en 1470 a 25 años por Pablo II.

También hay momentos ‘extraordinarios’: por ejemplo, en 1933, Pío XI quiso conmemorar el aniversario de la Redención y en 2015 el Papa Francisco convocó el año de la Misericordia. También ha sido diferente el modo de celebrar este año: en el origen coincidía con la visita a las Basílicas romanas de san Pedro y san Pablo, por tanto, con la peregrinación, posteriormente se añadieron otros signos, como el de la Puerta Santa.

Dentro de todos los dones y gracias que se obtienen al participar del Año Santo o jubilar, es muy propio de este tiempo el poder ganar la indulgencia plenaria, expresión privilegiada de la Misericordia de Dios comunicada por medio de su Iglesia.

 

1.4 Signos propios

a) Peregrinación.

Es una experiencia de conversión, de cambio de la propia existencia para orientarla hacia la santidad de Dios. Fundamentalmente es seguir a Jesucristo, y que en el contexto del año jubilar se caracteriza por ir su encuentro en los sacramentos, en la oración, en la Puerta Santa, en los templos jubilares y en los más necesitados.

b) Puerta Santa.

Su apertura por parte del Papa constituye el inicio oficial del Año Santo. Originalmente, solo había una puerta, en la Basílica de San Juan de Letrán, que es la catedral del obispo de Roma, pero para que los numerosos peregrinos pudieran hacer este gesto, las demás Basílicas de Roma también ofrecieron esta posibilidad. Al cruzar su umbral, el peregrino recuerda el texto del capítulo 10 del evangelio según san Juan: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. El gesto expresa la decisión de seguir y de dejarse guiar por Jesús, que es el Buen Pastor.

c) Reconciliación.

El Jubileo es un signo de reconciliación, porque abre un «tiempo favorable» (cfr. 2 Cor 6,2) para la propia conversión. Uno pone a Dios en el centro de la propia existencia, dirigiéndose hacia Él y reconociéndole la primacía. Incluso el llamamiento al restablecimiento de la justicia social y al respeto por la tierra, en la Biblia, nace de una exigencia teológica: si Dios es el creador del universo, se le debe reconocer una prioridad respecto a toda realidad y respecto a los intereses creados.

Concretamente, se trata de vivir el sacramento de la reconciliación confesión, de recibir personalmente el perdón de Dios.

d) Oración

Hay muchos modos y muchas razones para rezar; la base es siempre el deseo de abrirse a la presencia de Dios y a su oferta de amor, en Jesucristo por la fuerza del Espíritu Santo.

e) Liturgia

Es la oración pública de la Iglesia, culmen hacia donde tiende toda su acción y, al mismo tiempo, la fuente de la que mana toda su energía. Lugar primordial lo ocupa la celebración de la Santa Misa, renovación del sacrificio salvífico de Cristo.

f) Profesión de fe

La profesión de fe, también llamada “símbolo”, es un signo de reconocimiento propio de los bautizados; en ella se expresa el contenido central de la fe y se recogen sintéticamente las principales verdades que un creyente acepta y de las que debe dar testimonio en su vida. Recitar con fe el Credo es entrar en comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, es entrar también en comunión con toda la Iglesia que nos transmite la fe y en el seno de la cual creemos

g) Indulgencia

Es una manifestación concreta de la misericordia divina, que consiste en la remisión ante Dios de la pena temporal merecida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa, que el fiel, cumpliendo determinadas condiciones, obtiene para sí mismo o para los difuntos, mediante el ministerio de la Iglesia, la cual, como dispensadora de la redención, distribuye el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos.

 

1.5 Resumen

Por tanto, el “año jubilar o santo” es un tiempo especial de gracia, que, de modo ordinario, se celebra cada veinticinco años, en que la Iglesia llama a sus hijos a volverse más al Señor, a peregrinar hacia Cristo y en él alcanzar una renovación y purificación de su vida cristiana para con Dios y el prójimo. Signos muy propios de este tiempo junto con las peregrinaciones, la Puerta Santa (Roma) y templos jubilares, son la intensificación de la oración, la mayor participación de los sacramentos, la renovación de la profesión de fe y las indulgencias.

 

FUENTES: