Dice el Señor: “Conviértanse a mí de todo corazón: con ayuno, con llanto, con luto. Cambien los corazones, no las vestiduras, conviértanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso”. Al momento de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas, se nos recuerdan las palabras del Génesis, después del pecado original: “Acuérdate de que eres polvo y en polvo te has de convertir”. Muchas veces olvidamos que sin el Señor no somos nada. Él quiere que nos despeguemos…