Atacada río arriba en sus fuentes por la esterilización definitiva o provisoria (la contracepción) y en sus orígenes más secretos por el aborto, la vida humana es atacada también río abajo, en su término, por la eutanasia.
A lo largo del siglo XX la eutanasia fue practicada a gran escala, incluso banalizada bajo el régimen nazi. Es altamente significativo que el quincuagésimo aniversario del proceso de Nuremberg (1946-1996) haya sido silenciado fuertemente por el establishment internacional y por los medios de comunicación. Y es que la evocación de este proceso histórico habría suscitado ciertos interrogantes.
Con una ironía un poco mordaz podría preguntarse si no habría que practicar aquí un revisionismo histórico. ¿Por qué en 1946 se ha enviado a la horca a unas personas convictas de genocidio, de eutanasia, de prácticas bárbaras, a unas personas reconocidas como culpables de crímenes imprescriptibles contra la humanidad? Sin duda la evocación de este proceso histórico habría suscitado paralelismos embarazosos para aquellos que hoy practican lo que nosotros hemos llamados “genocidio intrauterino”, que militan a favor de la eutanasia o que quieren alienar a las parejas del dominio de se fecundidad.
De hecho, desde 1946, la sensibilidad de la conciencia moral ha evolucionado de tal manera que se llega a veces a considerar como inconsistente, puramente “cultural” o “histórica”, cualquier distinción entre el bien y el mal.
La eutanasia proporciona un funesto ejemplo de esta evolución. Reprobada no hace mucho por la opinión pública, condenada en Nuremberg y, llegado el caso, por la justicia ordinaria, la eutanasia es hoy preconizada en diferentes medios y su práctica se divulga sin que la opinión pública, ni los jueces, ni los médicos, ni los historiadores se inquieten seriamente. Después de la legalización del aborto, la eutanasia sería “una preciosa conquista por nuestra sociedad”, afirman algunos. De ahí que los proyectos y propuestas de ley que se pueden esperar -como fue el caso del aborto- busquen simplemente concordar con lo que ya se hace.
Llamando a las cosas por su nombre, el examen al que procederemos versará sobre dos puntos entrelazados:
– El acto de un hombre que tendrá permiso para matar a otro hombre.
– Un acto intencional de procurar directamente la muerte, sea por la acción de dar muerte, sea por la omisión voluntaria de cuidados.
El estudio de este problema gravísimo nos llevará a desarrollar dos tipos de consideraciones: unas tratarán sobre prácticas propiamente dichas; las segundas serán consagradas a reflexionar sobre estas prácticas.
2) Consecuencias previsibles de la práctica de la eutanasia
3) Proposición alternativa: los cuidados paliativos
4) Eutanasia: ¿”activa” o “pasiva”?
5) Reflexiones sobre estas prácticas
7) Los filósofos y la dignidad del hombre
Por Michel Schooyans, articulo tomado de la revista Humanitas n° 43