Queridos hermanos y hermanas de la Diócesis de San Bernardo
1. El día 1 de mayo de este año, el Santo Padre Benedicto XVI beatificará en Roma al Siervo de Dios Juan Pablo II. Este acontecimiento eclesial es motivo de gran alegría para toda la Iglesia y en especial para nuestra Diócesis de San Bernardo, creada por el nuevo Beato en 1987 y para Chile, que recuerda aún su Visita Apostólica como el paso de Dios entre nosotros.
Ese día se celebra el 2do. Domingo de Pascua y la Fiesta de la Divina Misericordia, devoción particularmente amada por el Papa Juan Pablo. Además, en Chile tenemos la costumbre de celebrar la fiesta del Cuasimodo, en que llevamos al Señor Sacramentado a nuestros enfermos en campos y ciudades. Como se escribió en el rogito o resumen que esta junto al cuerpo del Papa Juan Pablo: “En la luz de Cristo resucitado de los muertos, el 2 de abril del año del Señor de 2005, a las 21:37 horas, mientras concluía el sábado y ya habíamos entrado en el día del Señor, Octava de Pascua y Domingo de las Divina Misericordia, el querido pastor de la Iglesia, Juan Pablo II, pasó de este mundo al Padre. Toda la Iglesia acompañó en oración su tránsito, especialmente los jóvenes”.
2. Como todos sabemos, Papa Juan Pablo II fue llamado a la Sede de Pedro en un tiempo muy difícil de la vida de la Iglesia y del mundo y su paso entre nosotros devolvió la esperanza a muchos, en especial luego de las dificultades que surgieron en la aplicación de los idearios y propuestas del Concilio Vaticano II. No es este momento de analizar su rico y extenso pontificado, uno de los más largos de la historia de la Iglesia. Sin embargo, es necesario resaltar que el Magisterio del Papa Juan Pablo renovó todos los ámbitos de la vida eclesial. “Entre los documentos principales, se encuentran 14 encíclicas, 15 exhortaciones apostólicas, 11 constituciones apostólicas, 45 cartas apostólicas, además de las catequesis propuestas en las audiencias generales y de las alocuciones pronunciadas en todas las partes del mundo. Con su enseñanza, Juan Pablo II ha confirmado e iluminado al Pueblo de Dios sobre la doctrina teológica (sobre todo en las primeras tres grandes encíclicas (“Redemptor hominis”, “Dives in misericordia”, “Dominum et vivificantem”), antropológica y social (encíclicas “Laborem exercens”, “Sollicitudo rei socialis”, “Centesimus annus”), moral encíclicas “Veritatis splendor”, “Evangelium vitae”), ecuménica (encíclica “Ut unum sint”), misiológica (encíclica “Redemptoris missio”), mariológica (encíclica “Redemptoris Mater”). Ha promulgado el Catecismo de la Iglesia Católica a la luz de la Tradición, au-torizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Ha publicado también algunos volúmenes como doctor privado. Su magisterio ha culminado en la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” y en la carta apostólica “Mane nobiscum Domine”, durante el Año de la Eucaristía”.(Rogito).
Quisiera resaltar entre sus enseñanzas, su particular amor a Jesús en la Eucaristía y todas las enseñanzas y ejemplos que nos dejó acerca del cuidado y delicadeza con que debemos tratar al Señor en el Santísimo Sacramento y que en esta diócesis intentamos poner en práctica en la vida litúrgica, personal y comunitaria. Muchos tenemos el recuerdo del Papa recogido largamente en adoración ante el Santísimo Sacramento en la Iglesia Catedral de Santiago, en profunda oración y silencio.
Asimismo, para todos fue patente su amor a María. “El ir al encuentro de las necesidades del hombre significa, al mismo tiempo, su introducción en le radio de acción de la misión mesiánica y del poder salvífico de Cristo. Por consiguiente, se da una mediación: María se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos. Se pone “en medio”, o sea se hace mediadora no como una persona extraña, sino en su papel de madre, consciente de que como tal puede ¬mas bien “tiene el derecho de hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres”, nos escribió en su encíclica la Madre del Redentor (n.21).
También es necesario destacar en este momento solemne de la Beatificación del Papa Juan Pablo II, su fidelidad a Cristo y a la Iglesia. Toda su historia como hombre, sacerdote, obispo y luego Papa, está caracterizada por esa fidelidad expresada en su vida personal y en su servicio eclesial. Desde Cristo y como su Vicario en la tierra, afrontó delicadas cuestiones no sólo eclesiales, sino mundiales, y sus viajes lo constituyeron en un autentico mensajero de Dios, sembrador de fe, esperanza y amor, entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo. “Juan Pablo II ejerció el ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la “sollicitudo omnium ecclesiarum” y por la caridad abierta a toda la humanidad. Más que todos sus predecesores se ha encontrado con el Pueblo de Dios y con los responsables de las naciones, en las celebraciones, en las audiencias generales y en las visitas pastorales”. (Rogito).
3. “Bajo su guía, la Iglesia se ha acercado al tercer milenio y ha celebrado el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas con la carta apostólica “Tertio millennio adveniente”. Ésta se ha asomado después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica “Novo millennio ineunte”, en la que se mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro. Con el Año de la Redención, el Año Marino y el Año de la Eucaristía, ha promovido la renovación espiritual de la Iglesia. Ha dado un impulso extraordinario a las canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de aliento a los hombres de nuestro tiempo. Ha proclamado doctora de la Iglesia a Santa Teresa del Niño Jesús”.(Ibidem).
Como nos ha enseñando el Papa Benedicto en la Homilía de los funerales de Juan Pablo II: “Él ha interpretado para nosotros el misterio pascual como un misterio de la divina misericordia. Escribe en su último libro: El límite impuesto al mal “es en definitiva la divina misericordia” (Memoria e Identidad”, pág. 70). Y reflexionando sobre el atentado dice: “Cristo, sufriendo por todos nosotros, le ha dado un nuevo sentido al sufrimiento; lo ha introducido en una nueva dimensión, en un nuevo orden: aquel del amor… es el sufrimiento que quema y consume el mal con la flama del amor y trae también del pecado un multiforme brote de bien” (pág. 199). Animado por esta visión, el Papa ha sufrido y amado en comunión con Cristo y por eso el mensaje de su sufrimiento y de su silencio ha sido así elocuente y fecundo. Divina Misericordia: el Santo Padre ha encontrado el reflejo puro de la misericordia de Dios en María, Su Madre. Él, que había perdido a tierna edad a la suya, tanto más ha amado a la Madre divina. Ha escuchado las palabras del Señor crucificado como dichas a él personalmente: “¡Aquí tienes a tu madre!”. Y ha hecho como el discípulo predilecto: la ha acogido en lo íntimo de su ser (Jn 19, 27): Totus tuus. Y de la madre ha aprendido a conformarse con Cristo”.
“Para todos nosotros permanece como inolvidable el último domingo de Pascua de su vida, el Santo Padre, marcado por el sufrimiento, se ha acercado aún una vez a su ventana del Palacio Apostólico y una última vez ha dado la bendición “Urbi et orbi”. Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, nos ve y nos bendice. Sí, bendíganos, Santo Padre. Nosotros encomendamos tu querida alma a la Madre de Dios, tu Madre, que te ha guiado cada día y te guiará ahora a la gloria eterna de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor. Amén”.
4. Queridos hermanos y hermanas, durante los días de la Beatificación habrá muchos momentos para recordar la cercana y amable figura del nuevo Beato. Pido a todos que en las Iglesia parroquiales, capillas y comunidades, se tenga un particular recuerdo de la vida Santa del Beato Juan Pablo II, dedicando una de las Misas de Precepto de ese día a recordar su persona y enseñanza.
Les acompaño un link donde encontraran materiales adecuados para preparar esa celebración. www.aciprensa.com/juanpabloii/
A nivel Diocesano, el día Domingo 1 de mayo la Santa Misa de las 12.00 am. presidida por el Obispo en la Iglesia Catedral, será la cele-bración oficial con que nos uniremos a la que horas antes habrá celebrado en Roma el Santo Padre y en la cual se beatificará al Siervo de Dios Juan Pablo II. Invito a que cada parroquia y comunidad religiosa que se haga presente en esa celebración con una pequeña delegación, que represente el común
agradecimiento de nuestra diócesis a Dios por el don del Papa Juan Pablo II a la Iglesia y por su beatificación.
Tanto la Revista Diocesana, como el Canal de TV y las plataformas de Internet, tendrán especiales programas y referencias a este importante acontecimiento. Pido a todos los párrocos y vicarios y comunidades, dar un especial realce a la celebración de este gran acontecimiento eclesial.
Juan Pablo II tuvo en esta tierra un amor tierno y sencillo a la Madre de Dios, que guió su caminar y lo libró de muchos males y preservó su vida para el servicio de la Iglesia. Pidamos a ella que nos ayude a amar a su Hijo como vimos y aprendimos en la persona del amado y gran Papa Juan Pablo II.
+ Juan Ignacio, Obispo de San Bernardo
San Bernardo, 13 de abril de 2011, Memoria de San Martín, Papa y mártir