El motivo de la celebración del Año Sacerdotal ha sido “comprender de nuevo la grandeza y la belleza del ministerio sacerdotal”. Ver Video
En la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el Papa presidió esta mañana en la Plaza de San Pedro una concelebración eucarística de clausura del Año Sacerdotal, convocado en el 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, “el Santo Cura de Ars”.
Junto a los cardenales y obispos de la Curia Romana, concelebraron más de 15.000 sacerdotes procedentes de todo el mundo. El Santo Padre consagró el vino utilizando el mismo cáliz de San Juan María Vianney, custodiado en Ars.
En la homilía, el Papa afirmó que el motivo de la celebración del Año Sacerdotal ha sido “comprender de nuevo la grandeza y la belleza del ministerio sacerdotal”, y agregó: “El sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio. (…) Por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y el vino las palabras de acción de gracias de Cristo, (…) que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple “oficio”, sino un sacramento”. Leer Homilía completa
“El celibato es esencial en la vida del sacerdote”
Miles de sacerdotes participaron en le vigilia junto al Papa. Ver Video Vigilia
Ante más de 15,000 sacerdotes y un número indeterminado de laicos que abarrotaron la Plaza de San Pedro para la Vigilia por la clausura del Año Sacerdotal, el Papa Benedicto XVI resaltó la importancia del celibato en la vida de todos y cada uno de los presbíteros, no como algo accesorio, sino como algo esencial a la vida del sacerdote. Ver Video Preguntas realizadas al Santo Padre
Respondiendo, sin leer texto alguno, a una pregunta sobre este importante tema, el Santo Padre explicó que el celibato no solamente fortalece la vocación del sacerdote, sino que también “confirma el sí definitivo del matrimonio, que es la forma natural de ser hombre y mujer que Dios ha querido en el mundo”.
El Papa dijo luego que para el mundo además de los “pequeños escándalos” suscitados en los últimos tiempos en la Iglesia, aparece un escándalo todavía más grande: “el escándalo de quien pone su fe en Dios”.
El celibato, dijo Benedicto XVI “es un gran signo de la presencia de Dios en el mundo. Debemos orar a Dios para que nos libre de los pequeños escándalos y haga presente el escándalo de nuestra fe en Dios”.
Vivir la Eucaristía para darse a los demás
Al responder luego una pregunta sobre el verdadero culto debido a la Eucaristía, realizada por un sacerdote de Japón, el Santo Padre recordó que para entender esto y para no caer en la tentación del clericalismo, es necesario ver que en este sacramento “se realiza un gran drama. Dios deja su gloria y sale y baja hasta convertirse en uno de nosotros, baja hasta la Cruz. La aventura del amor de Dios está en su humildad que se dona a nosotros. En este sentido la Eucaristía se debe considerar como la forma de entrar en ese camino de Dios”.
“San Agustín en la Ciudad de Dios decía que el sacrificio de los cristianos es estar unidos en ese salir de nosotros, en el dejarse atraer por el único pan y cuerpo de la Eucaristía para así celebrar el amor de Dios”, continuó.
Tras resaltar la necesidad de celebrar la Eucaristía en la unidad que Dios da, el Papa destacó que este santo sacramento es “el inicio de la realidad del amor de Dios que nos obliga al amor por los otros”.
“De este modo -prosiguió- debemos aprender que la Eucaristía es lo contrario a cerrarse en sí mismos. Pensemos en la Madre Teresa: es un ejemplo de amor que se olvida de sí mismo y que va hacia los marginados, a los demás, se da totalmente a los pobres y marginados. Debemos seguir sus huellas”.
La primera condición que ponía la Beata de Calcuta para comenzar una fundación era la presencia del tabernáculo, de Cristo sacramentado. “Sólo en el abandono de sí se puede dar fruto. Sólo así se puede vivir la apertura a todos. Vivir la Eucaristía en su sentido originario -concluyó Benedicto XVI- es la segura protección contra cualquier tentación de clericalismo”.
La vigilia concluyó a las 23,15, con la bendición eucarística y el canto de la Salve Regina.
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