“Es necesario volver a anunciar con vigor y alegría el acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo, corazón del cristianismo, núcleo y fundamento de nuestra fe, palanca poderosa de nuestras certezas, viento impetuoso que barre todo miedo e indecisión, duda y cálculo humanos. La resurrección de Cristo nos asegura que ninguna fuerza contraria podrá jamás destruir la Iglesia”. Ver Video
A las 17,30, el Santo Padre se trasladó en papamóvil desde la nunciatura apostólica a la Plaza del Palacio de Lisboa, donde antes de comenzar la celebración eucarística, a la que asistieron 200.000 personas, el alcalde le entregó las llaves de la capital.
En la homilía, el Papa recordó que “de Lisboa partieron muchas generaciones de cristianos” y “en las cinco partes del mundo hay iglesias locales que tienen su origen gracias a la acción de los misioneros portugueses”.
“En el pasado -continuó-, vuestra salida a la búsqueda de otros pueblos no impidió ni destruyó los lazos con lo que erais y creíais, sino que con sabiduría cristiana conseguisteis trasplantar experiencias y peculiaridades, abriéndoos a la contribución de los demás para ser vosotros mismos, en una aparente debilidad que es fuerza. Hoy, participando en la construcción de la Comunidad Europea, lleváis la contribución de vuestra identidad cultural y religiosa”.
Tras poner de relieve que “Cristo no se halla a dos mil años de distancia, sino que está realmente presente entre nosotros y nos da la verdad, nos da la luz que nos hace vivir y encontrar el camino hacia el futuro”, Benedicto XVI subrayó que está “presente en su palabra, en la asamblea del Pueblo de Dios con sus pastores, y de modo eminente, en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, y está aquí con nosotros”.
El Santo Padre señaló que si bien en la Iglesia “hay hijos reacios e incluso rebeldes, en los santos reconoce sus rasgos característicos y precisamente en ellos, saborea su alegría más profunda”.
“La prioridad pastoral de esta Iglesia local es hacer de cada mujer y hombre cristianos una presencia iluminadora del Evangelio en el mundo, en la familia, en la cultura, en la economía, en la política. A menudo nos preocupamos afanosamente de las consecuencias sociales, culturales y políticas de la fe, dando por supuesto que la fe existe, lo cual por desgracia es cada vez menos realista”.
El Papa dijo que para evitar esto “es necesario volver a anunciar con vigor y alegría el acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo, corazón del cristianismo, núcleo y fundamento de nuestra fe, palanca poderosa de nuestras certezas, viento impetuoso que barre todo miedo e indecisión, duda y cálculo humanos. La resurrección de Cristo nos asegura que ninguna fuerza contraria podrá jamás destruir la Iglesia”.
“Por tanto -añadió-, nuestra fe tiene un fundamento, pero es necesario que se haga vida en cada uno de nosotros. (…) Solo Cristo puede satisfacer plenamente las aspiraciones más profundas de todo corazón humano y responder a sus cuestiones más inquietantes sobre el sufrimiento, la injusticia y el mal, la muerte y la vida en el más allá”.
Benedicto XVI alentó a los fieles a “no dudar nunca de la presencia de Cristo. Buscad siempre al Señor Jesús, creced en la amistad con Él, recibidlo en la comunión. Aprended a escuchar su palabra y a reconocerlo en los pobres. Vivid vuestra existencia con alegría y entusiasmo, seguros de su presencia y de su amistad gratuita, generosa, fiel hasta la muerte de cruz”.
“Testimoniad a todos -concluyó- la alegría de su presencia fuerte y suave, empezando por vuestros coetáneos. Decidles que es hermoso ser amigo de Jesús y que vale la pena seguirlo. Mostrad con vuestro entusiasmo que, entre tantas formas de vivir que el mundo parece ofrecernos hoy -todas aparentemente del mismo nivel- la única en la que se halla el verdadero sentido de la vida y por tanto, la alegría verdadera y duradera, es siguiendo a Jesús”.
Antes de terminar la misa, el Papa leyó un breve mensaje con motivo del L aniversario de la fundación del Santuario de Cristo Rey de Almada (diócesis de Setúbal). El Santo Padre propuso “a las nuevas generaciones los ejemplos de esperanza en Dios y la lealtad al voto que se le hizo y que los obispos y los fieles de entonces nos han dejado esculpidos en el monumento, como signo de amor y gratitud por preservar la paz en Portugal”.
Benedicto XVI se trasladó posteriormente a la nunciatura apostólica para cenar. Al escuchar los cantos de un grupo de jóvenes de varias parroquias y movimientos eclesiales, el Papa se asomó al balcón para saludarles y bendecirles.
Fuente: VIS