Quiero referirme ahora brevemente a estas Normas que dispuso el Ministerio de Salud, acerca de las cuales la Iglesia en su momento comentó y se pronunció.
Los debates y problemas de fondo que han suscitado la dictación de estas NORMAS, están en su gestación. Un tema tan trascendente y fundamental como es el origen de la vida humana ameritaba un gran debate de toda la comunidad nacional y no la imposición de una visión unilateral. Todos sabemos que las dos ONG que prepararon el Documento con el Ministerio de Salud tienen una clara política abortista y que su fin último es obtener que en Chile exista una ley de aborto.
Una materia tan delicada ¿no exigía un diálogo con todos los sectores de la sociedad chilena y no sólo con algunos?
En agosto del 2006 se realizó el 36º período de sesiones del Comité para la eliminación de toda forma de discriminación de la mujer (CEDAW)
El Comité en aquella ocasión señaló, respecto a Chile:
• El comité observa que Chile no ha ratificado el Protocolo Facultativo del CEDAW, porque ha habido una intensa campaña comunicacional adversa, encabezada por dos medios de comunicación muy poderosos, y cuyos argumentos han sido la cesión de soberanía que implicaría la aprobación del protocolo y que, entre otras imposiciones, podría obligar al país a legislar para despenalizar el aborto.
• El comité observa que en Chile no habría un adecuado reconocimiento y protección de los derechos reproductivos de las mujeres y que existen leyes que prohíben y penalizan toda forma de aborto, lo que afectaría la salud de las mujeres y daría lugar al aumento de la mortalidad derivada de la maternidad.
• El organismo “insta” a la revisión de la legislación relacionada con el aborto, con miras a enmendarla para “proporcionar abortos en condiciones de seguridad y permitir la interrupción del embarazo por razones terapéuticas relacionadas con la salud de la mujer, incluida la salud mental”…
• El comité observa que respecto del aborto, el gobierno no ha propuesto legislación, pues no habría todavía las condiciones por la resistencia de los medios de comunicación “conservadores”, sectores religiosos y partidos políticos.
Debemos decirlo sin eufemismos: aquí hay un imperialismo ideológico y un imperialismo económico. Los poderes políticos y económicos del mundo quieren imponer, especialmente a los países del tercer mundo, su visión ideológica e impedir que más seres humanos participen del banquete de la vida. Las grandes industrias químicas y farmacéuticas hacen un gigantesco negocio promoviendo todos los medios posibles de regulación de la natalidad y también abortivos impidiendo que más vidas humanas existan en nuestro continente. Le conviene al “establishment”.
Por supuesto que hay un problema real de embarazos de adolescentes y transmisión del Sida en el país. La Iglesia reconoce la gravedad del problema y plantea la búsqueda de soluciones acordes con la dignidad humana y dentro de una sana antropología.
Cuestiona con firmeza la filosofía de las Normas y ciertos medios – como la píldora del día después – de la que hablará mi hermano Fernando Chomalí.
Las Normas buscan evitar los efectos del mal y no la causa (de la causa algo he dicho al referirme a los problemas que enfrenta hoy la familia).
Buscan resolver los efectos por mecanismos simplemente técnicos al recomendar métodos preventivos y en algunos casos, potencialmente abortivos, que presuponen una actitud permisiva de la causa del problema. La causa está en las relaciones sexuales irresponsables (el reciente episodio en Machalí de dos adolescentes de 12 y 13 años teniendo relaciones sexuales en el aula de clases es elocuente), y es a ésta a la que hay que apuntar si queremos de verdad resolver el problema.
El problema de fondo es ¿qué tipo de joven, de mujer, de hombre del mañana se quiere formar?; ¿cuál es la relación entre sexualidad y familia? No se trata solamente de dar informaciones a los jóvenes, que a menudo no vienen dadas ni siquiera con exactitud, con campañas en las plazas públicas y con espectáculos que banalizan y empobrecen la maravillosa realidad de la sexualidad humana.
Se señalan técnicas y medios para prevenirse de posibles enfermedades y contagios olvidando toda la dimensión humana y de valores y testimonios de amor. ¡No se tiene confianza en los jóvenes! ¡No se les cree capaces de vivir una sexualidad humanizadora!.
El desafío grande, gigantesco, frente a la idolatría del sexo es promover valores de esperanza y de vida, recuperar la dignidad de la persona, especialmente, la dignidad de la mujer. Ella no es objeto de placer que se usa y se bota. Es persona. En clave de fe, tanto la mujer como el varón son hijos de Dios.
La visión consumista y materialista, en este campo, como en otros, deshumaniza a la persona y su sexualidad transformándolas sólo en “cosas”. Si queremos una sociedad verdaderamente sana, hagamos de los seres humanos verdaderamente personas y no sólo enseñemos técnicas para que no se infecten. Hacer sólo eso es empobrecer la condición humana, es rebajarla sólo a su animalidad, haciéndole perder su dignidad más profunda.
Termino señalando que la defensa de la vida en todas sus etapas, es uno de los valores esenciales de la existencia humana y de todo aquello que salvaguarde su dignidad. Con Benedicto XVI proclamo: “Estos valores, antes de ser cristianos son humanos, por eso ante ellos no puede quedar indiferente y silenciosa la Iglesia, que tiene el deber de proclamar con firmeza la verdad sobre el hombre y sobre su destino” (9-XII-2006).
Muchas gracias.
† Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
Presidente
Conferencia Episcopal de Chile
Valparaíso. Cámara de Diputados, noviembre 6 de 2007.