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Papa Francisco en la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo: “Cristo es un rey que no domina sino que nos eleva a su dignidad”

PapaFranciscoAngelus2014“Servir por amor es reinar”, “ésta es la realeza de Jesús”. En el domingo de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, el Papa Francisco rezó el Ángelus dominical en la Plaza de san Pedro junto a los fieles y peregrinos llegados de diversas partes del mundo.

Reflexionando sobre el Evangelio del día que nos hace contemplar a Jesús mientras se presenta a Pilatos como rey de un reino “que no es de este mundo”, el pontífice recalcó que se trata de una contraposición entre dos lógicas, aquella mundana y aquella evangélica, la de Jesús, que se expresa en la humildad y en la gratuidad.

“Jesús se reveló Rey en el evento de la Cruz” y quien mira la Cruz de Cristo, dijo Francisco, “no puede no ver la sorprendente gratuidad del amor”.

Un amor que permanece sólido y firme aun ante el rechazo y que es el cumplimiento de una vida pasada en el total ofrecimiento de sí en favor de la humanidad.

La fuerza del reino de Cristo es el amor y es por ese motivo que la realeza de Jesús no nos oprime sino que nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a ir por los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón. “Cristo es un rey que no domina sino que nos eleva a su dignidad y esto significa, servir a Dios y a los hermanos”.

Antes de iniciar el rezo del Ángelus el pontífice invitó a pedirle a la Virgen María que nos sostenga en nuestro compromiso de imitar a Jesús, nuestro rey, haciendo presente su reino con gestos de ternura, comprensión y misericordia.

Texto completo del discurso del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este último domingo del año litúrgico, celebramos la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo. Y el Evangelio de hoy nos hace contemplar a Jesús mientras se presenta ante Pilatos como rey de un reino que «no es de este mundo» (Jn 18,36). Esto no significa que Cristo sea rey de otro mundo, sino que es rey en otro modo. Se trata de una contraposición entre dos lógicas. La lógica mundana se apoya en la ambición y en la competición, combate con las armas del miedo, del chantaje y de la manipulación de las conciencias. La lógica evangélica, aquella de Jesús, en cambio se expresa en la humildad y en la gratuidad, se afirma silenciosamente pero eficazmente con la fuerza de la verdad. Los reinos de este mundo a veces se sostienen con la prepotencia, rivalidad, opresión; el reino de Cristo es un «reino de justicia, de amor y de paz» (Prefacio).

¡Jesús se ha revelado rey en el evento de la Cruz! Quien mira la Cruz de Cristo no puede no ver la sorprendente gratuidad del amor. Hablar de potencia y de fuerza, para el cristiano, significa hacer referencia a la potencia de la Cruz y a la fuerza del amor de Jesús: un amor que permanece firme e íntegro, incluso ante el rechazo, y que se presenta como el cumplimiento de una vida donada en la total entrega de sí en favor de la humanidad. En el Calvario, los presentes y los jefes se burlan de Jesús clavado en la cruz, y le lanzan el desafío: «¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!» (Mc 15,30). Pero paradójicamente la verdad de Jesús es aquella que en forma de ironía le lanzan sus adversarios: «¡No puede salvarse a sí mismo!» (v. 31). Si Jesús habría bajado de la cruz, habría cedido a las tentaciones del príncipe de este mundo; en cambio Él no puede salvar a sí mismo justamente para poder salvar a los demás, para poder salvar a cada uno de nosotros de nuestros pecados.

Esto lo entiende uno de los dos ladrones que son crucificados con Él, llamado el “buen ladrón”, que Le suplica: «Jesús, acuérdate de mí cuando entraras a tu reino» (Lc 23,42). La fuerza del reino de Cristo es el amor: por esto la majestad de Jesús no nos oprime, sino nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón. Cristo es un rey que no nos domina, no nos trata como súbditos, sino nos eleva a su misma dignidad. Jesús nos hace reinar junto a Él , porque, como dice el Libro del Apocalipsis, «ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes para su Dios y Padre» (1,6). Pero reinar como Él significa servir a Dios y a los hermanos; un servicio que surge del amor. Servir por amor es reinar: esta es la majestad de Jesús.

Ante tantas laceraciones en el mundo y tantas heridas en la carne de los hombres, pidamos a la Virgen María sostenernos en nuestro compromiso de imitar a Jesús, nuestro rey, haciendo presente su reino con gestos de ternura, de comprensión y de misericordia.

(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)

Fuente: www.news.va

Ciudad del Vaticano, 22/11/2015