Durante el mes de octubre tendrá lugar la 2ª Jornada Sinodal Diocesana, bajo el lema “Un solo cuerpo y un solo espíritu; como la esperanza a la que habéis sido llamados” (Ef.4.4). Un momento de gracia que ha sido precedido por una preparación en nuestras comunidades eclesiales, mediante una metodología sencilla que ha exigido la participación de muchos agentes pastorales de nuestras parroquias e instituciones de nuestra Iglesia diocesana. Todo ello antecedido por un tiempo de oración personal y comunitaria, verdadero fundamento de cualquier renovación en la vida eclesial y poniendo en el centro de nuestros esfuerzos la adoración a la Santísima Eucaristía, que es, asimismo, el corazón de la espiritualidad, de comunión y su fundamento, como enseña el Concilio Vaticano II.
Un tiempo sinodal, es un tiempo de humildad para escuchar al Espíritu Santo. Solo desde esta esencial virtud se pueden emprender caminos de conversión en la vida personal y en la eclesial. Queremos renovar nuestra fe en el misterio de la Iglesia, que es el Sacramento de Salvación para todos los hombres y hacer un fraterno intercambio sobre los trabajos y esfuerzos apostólicos que estamos llevando adelante para ser discípulos-misioneros de Jesús y anunciar el Evangelio. Partimos de las verdades esenciales que el Señor nos dejó.
La Iglesia que amamos y en la que creemos, es un designio nacido en el corazón del Padre, prevista desde el origen del mundo, preparada en la Antigua Alianza con el pueblo de Israel, fundada por Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, a la que como hijos de una familia nosotros pertenecemos por el Bautismo. Tiene la Iglesia todos los medios de salvación para guiarnos a la Vida Eterna, y manifestada plenamente por el Espíritu Santo, es siempre misionera, dotada de los dones jerárquicos y carismas para cumplir su fin y llegará a su perfección en la gloria del cielo. La Iglesia es sacramento de salvación y misterio, formada por hombres y mujeres pecadores, pero cuyo fundador es Santo y sus medios también.
En tiempo de discusiones y crisis, partir de las afirmaciones esenciales de la fe resulta necesario. Solo desde ellas puede haber una renovación eclesial. En el conocimiento y meditación de lo que Dios nos ha revelado y la Iglesia nos transmite, surgen los nuevos caminos y empeños apostólicos de una Iglesia Diocesana. Siempre la Iglesia necesitará reforma, pero para que ella sea verdadera debemos partir de las enseñanzas de su Fundador y de los Padres de la Iglesia, en fidelidad a su Magisterio, sin rompimientos, quiebres y cambios abruptos de fines. Si se hace de otra manera, como ha ocurrido en el curso de la historia y puede ocurrir ahora, rompiendo con los fundamentos, ya no será la Iglesia de Jesús, sino inventos humanos, destinados todos a la división y a la discordia. Escribió San Agustín “la Iglesia vacilará si su fundamento vacila, pero ¿podrá vacilar Cristo? Mientras Cristo no vacile, la Iglesia no flaqueará jamás hasta el fin de los tiempos”.
Pongámonos en manos del Sagrado Corazón de Jesús y del Corazón Inmaculado de María, a quienes hemos consagrado nuestra Diócesis, junto a San José y a nuestro celestial patrono San Bernardo, para que bendigan los trabajos sinodales que emprenderemos y sus conclusiones, de las cuales han de surgir los caminos que hemos de seguir en los años venideros.
+Juan Ignacio