Al concluir la 122ª asamblea plenaria, los obispos y administradores de la Conferencia Episcopal de Chile comparten con las comunidades católicas y la opinión pública sus reflexiones acerca del devastador impacto y huella social de la pandemia, la situación de los migrantes, la nueva constitución, la reparación a víctimas de abuso, los procesos de escucha y discernimiento de la Iglesia chilena y latinoamericana; así como el desafío de ejercer mejor su servicio en medio de los pobres y sufrientes de hoy.
Publicamos el mensaje completo
Al concluir nuestra 122ª asamblea plenaria, realizada de modo telemático, compartimos con las comunidades católicas y la opinión pública de nuestro país estas reflexiones.
1. Pandemia. Estamos muy preocupados por la difícil situación que vive nuestro pueblo, como muchas otras naciones, por el impacto devastador de la pandemia del Covid-19, por sus consecuencias y huella social: pobreza, cesantía, empleo precario, bajos ingresos y problemas de salud mental en tantas familias. Ante esta realidad dolorosa hemos decidido continuar con nuevas fuerzas las diversas campañas solidarias, a nivel nacional y diocesano a través de la red Caritas, para apoyar a las familias de mayor vulnerabilidad. Apelamos a la generosidad de todos para que nadie sufra hambre ni frío en estos meses.
Desde la cercanía con quienes sufren y han sufrido a causa de sus efectos, reiteramos nuestra inmensa gratitud al personal sanitario, a los servidores públicos y voluntarios que siguen entregando su mayor esfuerzo.
Deploramos que esta tragedia sea minimizada por personas y grupos, y utilizada por otros con diversos fines. Hacemos nuestra la decepción de numerosas personas que esperaban, especialmente en el mundo político, mayor altura de sus líderes en un desafío de Estado que algunas veces se banaliza y trivializa como si no fuera de la mayor gravedad.
Invitamos a las personas a cuidarse, respetando las medidas sanitarias, y especialmente a no exponer a riesgos a los más vulnerables. Desde esta prioridad por la vida y el cuidado de la salud, consideramos que la expresión pública de la fe resulta esencial para que la comunidad fortalezca su esperanza y lleve consuelo a los que sufren.
2. Migrantes. Tenemos una especial preocupación por los migrantes; en la pandemia han sido los primeros en perder su trabajo y han quedado en la más completa indefensión. Pese a las dificultades de esta hora continúan luchando por encontrar una tierra que los acoja y les permita vivir en paz. En comunión con el papa Francisco, invitamos a acogerles como quisiéramos ser nosotros mismos acogidos, a proteger sus derechos y su dignidad, a promover su desarrollo e integrarlos plenamente en la sociedad.
Reconocemos en la nueva ley que se ha presentado un marco para generar una migración segura, ordenada y regular. Valoramos el proceso de regularización que se ha abierto para una parte importante de ellos y hacemos un llamado a extenderlo a todos los que se encuentran en esa situación, en particular a las familias que han venido con sus hijos y a quienes tienen familiares residentes en Chile.
3. Nueva Constitución. Marcado por el desarrollo de la pandemia y por sus repercusiones económicas, el calendario electoral ha sufrido modificaciones. Como Conferencia Episcopal ofrecemos una síntesis de los principios y valores de la enseñanza social de la Iglesia, pensando en criterios para el discernimiento que, desde nuestra perspectiva, cada compatriota ha de tener para elegir a las personas que elaboren una nueva Constitución para el país. Entre estos principios y valores que promovemos desde el Evangelio, algunos como el valor de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural y los principios de la solidaridad y destino universal de los bienes, hoy se ven involucrados en diversas iniciativas de ley, como el proyecto de eutanasia y otros que se relacionan con la justicia y seguridad social. Como hermanos que deseamos lo mejor para nuestra patria, humildemente invitamos a conocer este documento que hemos preparado pensando en el presente y porvenir de nuestro país, texto que se encuentra disponible en www.iglesia.cl.
4. Reparación a víctimas de abuso. Con respecto al abuso sexual en contextos eclesiales, es clara nuestra conciencia de que este flagelo contradice el Evangelio y debemos erradicarlo. Porque nos duele inmensamente que esto haya ocurrido, en esta asamblea dimos un nuevo paso en la búsqueda de criterios comunes para ofrecer una reparación integral a las víctimas de abuso sexual en contextos eclesiales. Una comisión especial ha venido trabajando este reto junto al Consejo Nacional de Prevención de Abusos y Acompañamiento a Víctimas, y nos ha presentado criterios, consideraciones y propuestas, en el marco de lo establecido por las normas canónicas y leyes chilenas. Con los aportes presentados, esperamos avanzar hacia un lineamiento común del Episcopado en los próximos meses, para ponerlo a disposición de las comunidades eclesiales. Reiteramos nuestra decisión de estar cerca de las victimas, acompañarles y colaborar en todo lo que podamos para su reparación integral por los daños sufridos, conscientes de que es mucho lo que tenemos que aprender de lo que han vivido hermanos y hermanas nuestros.
5. Discernimiento y asambleas. Dos importantes procesos sinodales de escucha y participación están en marcha. El primero, “discernimiento para la renovación de la Iglesia”, lo iniciamos en 2018 en búsqueda de caminos de conversión y renovación. Un hito de ese proceso será la tercera Asamblea Eclesial Nacional que esperamos recoja el año 2022 los frutos de este discernimiento. Por su parte, el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) ha convocado a una Asamblea Eclesial de carácter continental para noviembre de 2021, y desde nuestro país estamos invitando a una amplia participación de las personas y comunidades.
6. Nuestro lugar junto a los pobres y sufrientes. En estos meses tan complejos por el extraordinario contexto de la pandemia, nos interpelan y desafían como pastores situaciones graves y delicadas, como la violencia latente y patente que genera un ambiente de temor, aislamiento y una constante reacción de odiosidad de unos contra otros. De un modo particular, nos inquieta la situación en la Araucanía, donde la persistente tensión y violencia termina desplazando o inhibiendo todo intento de abordar como Estado esta histórica deuda. En este contexto, reafirmamos nuestro compromiso y misión de anunciar a Cristo Resucitado, sirviendo siempre al pueblo de Dios que nos ha sido confiado. Fraternalmente hemos dialogado en esta asamblea sobre cómo ejercer mejor nuestro servicio, escuchando con humildad a todos. Hoy, en momentos de dolor, nuestro lugar está en medio de los pobres y sencillos, en las parroquias y comunidades, junto a los enfermos y las familias que han sufrido y siguen sufriendo. Por fidelidad a Dios y amor a Chile estamos llamados a respetar y cuidar la vida como la dignidad de toda persona. ¡Cualquier interés particular o individual debe estar subordinado a esta misión!
Queridas hermanas, queridos hermanos,
La fe en Cristo Resucitado, fuente de esperanza, es el centro de la misión de la Iglesia. Hoy más que nunca, cuando las circunstancias son complejas, seamos instrumentos de su amor, rostros de su misericordia y acogida, palabras de consuelo, tiempos generosos de escucha, sembradores de paz y de alegría, luchadores incansables por la verdad y la justicia.
Les invitamos a seguir orando con fe y perseverancia, confiando en la gracia del Señor y uniendo a ella nuestro esfuerzo y responsabilidad hasta que podamos volver a encontrarnos en nuestras comunidades para celebrar nuestra fe y crecer en fraternidad.
San José, padre adoptivo del Redentor y esposo de la Virgen Santa, interceda por nuestras intenciones y custodie a quienes más sufren.
LA ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE